En medio del discurso oficial que insiste en proyectar confianza sobre el rumbo económico del país, los datos duros cuentan otra historia. A pesar de las proyecciones optimistas de organismos internacionales y del propio gobierno de la República Dominicana, la realidad muestra que la economía atraviesa un período de marcada desaceleración.
Según el Banco Central de la República Dominicana (BCRD), el Indicador Mensual de Actividad Económica (IMAE) acumuló apenas 2.3% de crecimiento entre enero y agosto de 2025, un desempeño muy por debajo del ritmo necesario para alcanzar la meta del 3% anual que defienden los funcionarios. En agosto, el crecimiento interanual fue de apenas 1.5%, una señal inequívoca de que el dinamismo productivo continúa debilitado.

Este escenario hace difícil sostener la narrativa de un cierre de año con expansión robusta. El Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES) ha advertido que, para lograr el 3% de crecimiento, la economía tendría que acelerar a un promedio de 4% mensual en los últimos cuatro meses del año, algo que luce improbable dada la inercia actual.
Proyecciones con más esperanza que fundamento
Las proyecciones oficiales mantienen un tono de confianza. El Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) estima un rango de crecimiento de 3.0% a 4.0%, apostando a la recuperación del turismo, la construcción y las remesas. Sin embargo, esos sectores muestran signos de agotamiento y no logran arrastrar al resto de la economía.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) también prevé un crecimiento del 3%, aunque advierte sobre las vulnerabilidades estructurales del país: dependencia del turismo, bajo nivel de diversificación productiva y exposición a choques externos. El Banco Mundial comparte una proyección similar, pero asume condiciones que hoy no se observan en el terreno, como una “estabilidad macroeconómica sostenida” y “reformas estructurales efectivas”.
En contraste, la Dirección General de Presupuesto (Digepres) presentó en su informe de avance presupuestario una visión más realista: apenas 1.8% de crecimiento en 2025, luego del 2.8% registrado en 2024. Esta cifra, aunque conservadora, se acerca más a lo que muestran los indicadores actuales.
Desaceleración con rostro social
Más allá de los porcentajes, el crecimiento económico bajo tiene consecuencias tangibles. Se traduce en menores oportunidades de empleo, reducción en la recaudación fiscal y mayor presión sobre los precios internos, especialmente en alimentos y servicios básicos. La desaceleración también golpea el consumo privado, uno de los motores que tradicionalmente ha sostenido la economía dominicana.

Un último trimestre decisivo, pero incierto
Para que el gobierno logre cerrar el año con las metas que ha prometido, tendría que producirse un repunte significativo en exportaciones, turismo y crédito interno. Sin embargo, el contexto internacional —con un comercio global débil y una inflación todavía persistente— hace poco probable una recuperación de esa magnitud.
El panorama, en resumen, no ofrece motivos para el optimismo. La economía de la República Dominicana, enfrenta un 2025 marcado por la pérdida de impulso, la fragilidad estructural y una realidad que choca con el discurso triunfalista de las autoridades. A menos que se adopten políticas más audaces y realistas, el país cerrará el año con un crecimiento mediocre y un futuro económico lleno de interrogantes.
Las cifras del Banco Central y los propios informes oficiales no mienten: la economía dominicana está desacelerada. Insistir en un optimismo sin sustento no resolverá los desafíos estructurales que frenan el desarrollo. Lo que se necesita no es más discurso, sino una estrategia económica realista, diversificada y centrada en la gente.
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