Tal como vaticinamos, el presidente Luis Abinader ha anunciado que este viernes 11 de julio se reunirá con el expresidente Hipólito Mejía para “discutir la multicrisis haitiana y sus repercusiones en República Dominicana”. Lo hace luego de completar visitas formales a Leonel Fernández y Danilo Medina, como parte de un supuesto esfuerzo por “unificar la posición nacional”. Pero los hechos y las declaraciones revelan otra verdad: estamos ante un pacto a puertas cerradas, diseñado para imponer un plan de regularización masiva de haitianos sin consultar al pueblo y sin enfrentar oposición real.
Abinader y Mejía, ambos del mismo partido, dicen tener “comunicación continua”. ¿Entonces por qué oficializar esta visita justo después de reunirse con Leonel y Danilo? La respuesta es simple: necesitan el respaldo simbólico de todos los expresidentes vivos para legitimar un plan impopular, dirigido a satisfacer intereses económicos, empresariales y geopolíticos. Lo que realmente se está cocinando es un consenso de élites, que incluye:
- La regularización de la mano de obra haitiana, bajo el disfraz de “crisis humanitaria”.
- El respaldo de los expresidentes a cambio de blindaje político, silencio judicial o beneficios colaterales.
- El abandono total de los trabajadores dominicanos, que seguirán siendo desplazados por una fuerza laboral más barata, sin derechos y sin protección.
Leonel ya lo dijo claramente: presentará una propuesta formal sobre la regularización tras su encuentro con Abinader. Danilo, cuyos allegados y familiares están bajo el ojo del huracán por corrupción, sale de la sombra para participar en este teatro. Y ahora, Hipólito —quien ha dicho abiertamente que la economía depende de los haitianos— cierra el ciclo.
¿Dónde está la oposición? ¿Dónde están los “nacionalistas” que antes vociferaban sobre soberanía, frontera y empleo? Todos callan, todos se acomodan. Porque lo que hay en juego no es solo un plan migratorio, sino un modelo económico basado en la explotación, la desigualdad y la entrega del país a grupos de poder.
Este no es un simple debate sobre inmigración. Es un asalto silencioso a la dignidad nacional. Un acuerdo disfrazado de diálogo, donde el pueblo dominicano no tiene voz ni voto, pero sí pagará las consecuencias.
La República Dominicana está secuestrada por un liderazgo político que le hace un flaco servicio a la defensa de nuestra soberanía, identidad y dignidad nacional. Abinader, Hipólito, Danilo y Leonel, lejos de honrar el sacrificio de Juan Pablo Duarte y los ideales que dieron origen a esta patria, se han alineado con los intereses de una élite empresarial que promueve abiertamente la haitianización del país.
Su silencio, sus reuniones a puertas cerradas y su complicidad disfrazada de “unidad nacional” responden a un solo objetivo: facilitar un proceso de fusión silenciosa que garantice mano de obra barata, impunidad política y control económico, a costa de la dominicanidad.
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