Desde HackeandoelSistema.net, no cuestionamos los méritos personales de María Corina Machado, líder opositora venezolana y ganadora del Premio Nobel de la Paz 2025, sino el contexto y los intereses que rodean esta elección. Una distinción que, más que un reconocimiento moral, parece un movimiento estratégico en el tablero geopolítico de Occidente.
El Comité Nobel Noruego, con sede en Oslo, justificó la decisión del Nobel de la Paz, afirmando que María Corina Machado representa “la esperanza de una transición pacífica hacia la democracia” en Venezuela. Sin embargo, no se puede ignorar que esta premiación ocurre en un momento de fuerte tensión entre Estados Unidos y el gobierno de Nicolás Maduro, en medio de sanciones, bloqueos financieros y un pulso constante por el control político y energético del país sudamericano.
El doble rasero del Comité Nobel
No es la primera vez que el Premio Nobel de la Paz se convierte en una herramienta simbólica para legitimar posturas políticas favorables a los intereses occidentales. En el pasado, fueron galardonados líderes cuyas acciones posteriores desmintieron la narrativa de “paz y democracia” que supuestamente representaban. Mientras tanto, Mahatma Gandhi, símbolo universal de la resistencia pacífica y ejemplo moral de toda una era, fue nominado cinco veces y jamás recibió el premio. El propio comité reconoció décadas después que esa omisión fue uno de los mayores errores en su historia.
Entonces, ¿de qué paz hablamos cuando se otorga el Nobel a una figura alineada con la política exterior de Washington, mientras se ignoran líderes que defienden la autodeterminación de los pueblos y promueven la paz sin el amparo de potencias extranjeras?
Una narrativa conveniente
El discurso del Comité Noruego califica al gobierno venezolano como un “régimen autoritario” sin mencionar directamente a Nicolás Maduro, pero sí dejando claro el objetivo: reforzar la narrativa de que la única salida “pacífica y democrática” para Venezuela es la encabezada por la oposición alineada con Estados Unidos y sus aliados europeos. Esto ocurre justo cuando Washington busca reposicionar su influencia en América Latina, ante el avance de China y Rusia en la región.
¿Casualidad o cálculo político?
Además, resulta irónico que se hable de “defender la democracia” en un país que ha sido blanco de bloqueos económicos que han provocado escasez, inflación y migración masiva. Esas sanciones —impulsadas por los mismos gobiernos que hoy celebran el Nobel de Machado— han tenido consecuencias devastadoras para el pueblo venezolano, afectando precisamente los derechos humanos que el premio pretende honrar.
¿Una paz condicionada?
El testamento de Alfred Nobel fue claro: el premio debía concederse a quien más haya contribuido a la fraternidad entre las naciones, la reducción de los ejércitos y la promoción de congresos de paz. Sin embargo, hoy el Nobel de la Paz parece responder más a las necesidades del relato global que a los valores originales de su creador. La paz que se premia no es la que une a los pueblos, sino la que conviene a los poderosos.
El comité asegura que Machado ha demostrado “que las herramientas de la democracia también son herramientas de la paz”. Pero la pregunta que flota es: ¿Qué democracia, y bajo qué condiciones? ¿La democracia que se impulsa con sanciones, bloqueos y tutelaje extranjero?
El Premio Nobel de la Paz 2025, otorgado a María Corina Machado, será celebrado en los grandes medios del mundo como una victoria moral. Pero desde nuestra trinchera periodística, creemos que este reconocimiento debe observarse con cautela. Porque cuando los intereses geopolíticos se disfrazan de valores universales, el verdadero significado de la paz se diluye.
No se trata de negar la valentía de quien ha enfrentado un régimen, sino de entender quién define qué es paz, quién la premia y, sobre todo, a quién le conviene.
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