La República Dominicana enfrenta un panorama preocupante donde el desarrollo económico y social sigue rezagado, en gran parte por la ausencia de un sistema de transporte moderno que impulse la movilidad y conectividad del país. Mientras otros países han apostado por infraestructuras que dinamizan su economía, aquí el endeudamiento masivo no se traduce en progreso sostenible ni en mejoras significativas para la población.
La falta de planificación y visión a largo plazo mantiene al país atrapado en un círculo vicioso de pobreza y desigualdad, dejando una deuda creciente sin un impacto real en el bienestar de su gente.
La conexión entre el desarrollo de un país y la calidad de su sistema de transporte es innegable. Los países más avanzados del mundo han construido redes de transporte rápido, eficiente y seguro como uno de los pilares fundamentales de su progreso. Veamos algunos ejemplos:
- Taiwán, con apenas 36,197 km², cuenta con un sistema de trenes de alta velocidad que conecta el norte con el sur en menos de dos horas, siendo un modelo de eficiencia.
- Singapur, una ciudad-estado de 719.9 km², tiene uno de los sistemas de transporte público más avanzados del mundo, sustentado en tecnología y sostenibilidad.
- Japón, con 377,973 km², es reconocido por el famoso Shinkansen, que no solo mueve a millones de personas al día, sino que también impulsa el turismo y el comercio.
- Dubái, con 4,114 km², ha logrado, a través de su red de trenes y metro, convertirse en un centro de negocios y turismo global, demostrando cómo la infraestructura puede transformar un desierto en una potencia económica.
Por otro lado, está la República Dominicana, con 48,671 km² y 72,000 millones de dólares en préstamos acumulados, que carece de un sistema de transporte moderno y funcional.
Deuda sin desarrollo
A diferencia de los ejemplos anteriores, en la República Dominicana los préstamos se utilizan principalmente para financiar programas sociales mal planificados y escasamente fiscalizados. Estas ayudas, aunque necesarias en algunos casos, no generan un impacto sostenible en el desarrollo del país. En cambio, terminan siendo medidas temporales que no atacan las raíces de los problemas estructurales: el desempleo, la falta de oportunidades y el débil acceso a servicios básicos.
El resultado es evidente: un país con una deuda creciente, sin infraestructura que fomente la interconexión nacional y con una población que sigue atrapada en la pobreza estructural.
Transporte: El gran ausente
La falta de un sistema de transporte rápido y eficiente no solo limita la movilidad, sino que afecta directamente el desarrollo económico. Una red de trenes o metros que conecte las principales ciudades del país podría:
- Reducir costos de transporte y logística.
- Impulsar el comercio interno.
- Facilitar el acceso a empleo, educación y servicios.
- Dinamizar el turismo interno.
Sin embargo, las prioridades parecen estar en otra parte. En lugar de construir el país del futuro, los recursos se diluyen en políticas populistas, proyectos sin impacto a largo plazo y una gestión pública marcada por la falta de planificación y transparencia.
El desarrollo de la República Dominicana no puede esperar más. Es imperativo replantear el uso de los recursos públicos, priorizar la inversión en infraestructura estratégica y garantizar que cada peso prestado beneficie realmente al pueblo dominicano. Sin un sistema de transporte que conecte y dinamice al país, la promesa de progreso seguirá siendo eso: una promesa vacía.
El futuro exige responsabilidad, visión y compromiso con un modelo de desarrollo sostenible que deje atrás el círculo vicioso de deuda sin resultados. La República Dominicana tiene el potencial; lo que falta es la voluntad política para lograrlo.
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