El presidente Luis Abinader, en un mensaje navideño cargado de optimismo y ambiciones, prometió declarar a la República Dominicana libre de hambre para el año 2028. Este anuncio, más que una aspiración navideña, fue presentado como un compromiso «respaldado por acciones concretas». Sin embargo, la realidad en las calles y los resultados de su gestión hasta ahora generan serias dudas sobre su capacidad para cumplir no solo esta, sino cualquier de las numerosas promesas que ha hecho durante su mandato.
¿Crecimiento económico o crecimiento desigual?
Abinader aseguró que ha mantenido la economía creciendo, apoyándose en sectores clave como zonas francas, turismo y exportaciones. Sin embargo, el crecimiento económico que tanto se proclama no se traduce automáticamente en bienestar para la mayoría de los dominicanos. La ampliación de la clase media al 50% y una renta per cápita de US$15,000 parecen metas lejanas en un país donde la informalidad laboral ronda el 60% y el costo de la canasta básica se ha vuelto inalcanzable para muchas familias.
Si bien las cifras macroeconómicas pueden mostrar un país en ascenso, estas no reflejan la creciente desigualdad y la persistente pobreza. ¿De qué sirve un crecimiento económico si la riqueza sigue concentrada en manos de unos pocos mientras la mayoría lucha por subsistir? cabe mencionar que los pocos que se benefician de este «crecimiento» económico, son los amigos cercanos al mismo Abinader.
Un sistema educativo sin rumbo claro
El presidente habló de fortalecer instituciones educativas como el INFOTEP y el ITLA, además de las escuelas. Sin embargo, el sistema educativo sigue enfrentando grandes deficiencias. Desde una falta de maestros capacitados hasta una brecha digital que excluye a miles de estudiantes de las oportunidades de aprendizaje modernas, las «acciones concretas» mencionadas parecen ser más una retórica política que una estrategia tangible.
Promesas de empleos formales y agua potable
El presidente también aseguró que para 2028 el 80% de los jóvenes graduados encontrarán empleos formales y que más hogares tendrán acceso a agua potable. Ambas son promesas que suenan atractivas pero que carecen de un plan claro y verificable. Actualmente, el desempleo juvenil sigue siendo alarmante y el acceso al agua potable sigue siendo un desafío para muchas comunidades, especialmente en áreas rurales.
¿Realidad o campaña política?
El mensaje del presidente, disfrazado de reflexión navideña, parecía más un discurso de campaña que un balance honesto de sus logros. Abinader apeló a la esperanza y al orgullo nacional para justificar una gestión que, en muchos aspectos, ha sido cuestionada por su falta de impacto en la vida de los dominicanos comunes.
Si bien los tiempos de Navidad son propicios para soñar con un futuro mejor, la pregunta clave es: ¿qué ha hecho realmente este gobierno para acercarse a ese futuro? Hasta ahora, las promesas han sido muchas, pero los resultados concretos son pocos.
¿Puede cumplir una sola promesa?
La promesa de eliminar el hambre para 2028 parece más un ideal que una meta alcanzable bajo la gestión actual. Con una economía desigual, un sistema educativo deficiente, y la ausencia de reformas estructurales para combatir la pobreza, resulta difícil imaginar que este gobierno logre cumplir con sus ambiciones.
El pueblo dominicano no necesita más palabras bonitas ni aspiraciones abstractas. Necesita un liderazgo que transforme las promesas en acciones reales y efectivas. Si Abinader no logra cerrar la brecha entre el discurso político y la realidad cotidiana, no solo quedará como otro presidente que incumplió sus compromisos, sino que habrá perdido la oportunidad de construir el país que tanto promete.
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