En un contexto donde la ciudadanía exige transparencia, ética pública y rendición de cuentas, sorprende —o no tanto— que una entrevista a Milton Morrison, difundida en el espacio de Nuria Piera, haya servido más como un ejercicio de relaciones públicas que como un periodismo crítico. Lo más alarmante es que dicha entrevista surge luego de que INTRANT adjudicara por casi 15 millones de pesos un contrato a la empresa de la propia Nuria, sin evidencia de una campaña masiva de seguridad vial. ¿El resultado? Una charla suave, sin una sola pregunta que pusiera en aprietos a Morrison.
Si de verdad se trataba de informar, estas son algunas de las preguntas que Nuria Piera debió hacer y no se atrevió a formular:
- ¿Por qué no declaró la propiedad adquirida en Miami mientras era funcionario público?
- ¿Por qué se utilizó una empresa creada en Delaware (CD STRATEGIC INVESTMENT LLC) para adquirir dicho inmueble, en lugar de hacerlo a su nombre?
- ¿Cuál fue el origen de los fondos con los que se compró esa propiedad en Estados Unidos?
- ¿Quién sigue pagando la hipoteca o los gastos asociados a esa vivienda, según registros públicos?
- ¿Por qué, tras su divorcio, no actualizó su declaración jurada de bienes, como exige la ley?
- ¿No considera que vender una propiedad poco tiempo después de que el escándalo saliera a la luz parece más una maniobra de encubrimiento que una acción administrativa regular?
- ¿Está dispuesto a someterse a una auditoría independiente para demostrar que no ha utilizado su cargo para beneficio personal o familiar?



La omisión de estas preguntas no puede explicarse solo como un descuido. Hay 15 millones de razones para dudar de la objetividad del espacio. No es un ataque personal a Nuria, es una interpelación al periodismo que presume independencia mientras factura con contratos estatales sin resultados visibles. La defensa de Morrison fue cómoda porque no hubo quien lo incomodara.
Cada día que el gobierno del PRM se mantiene en el poder, cae también la credibilidad de muchos periodistas y comunicadores que antes se presentaban como los grandes fiscalizadores del sistema. Figuras como Nuria Piera, que durante años fueron vistas como símbolos del periodismo investigativo, hoy generan más desconfianza que respeto.
Ya nadie le cree, porque el pueblo dominicano ha despertado y entiende que sus llamados “reportajes” responden a intereses particulares, y no al deber de informar con objetividad. Lo que antes se disfrazaba de periodismo hoy se percibe como propaganda sin pudor ni vergüenza, al servicio del gobierno de turno y los contratos públicos que silencian las preguntas incómodas.
Mientras tanto, la ciudadanía sigue esperando respuestas, no novelas de los sábados. Porque el verdadero periodismo no teme incomodar al poder, aunque cueste contratos.
Nota aclaratoria:
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