El periodista Esteban Rosario puso contra la pared al presidente Luis Abinader en “La Semanal” con una pregunta que retumbó en todo el país: ¿por qué mantiene en el gobierno a funcionarios que son ineficientes o están señalados por actos de corrupción? Ante esto, Abinader respondió con su ya acostumbrado tono de justificación, pero con una promesa de cambios en su gabinete.
Sin embargo, en Hackeandoelsistema.net creemos que esos cambios no deben limitarse a nombres de ministros o directores de instituciones. La crisis de credibilidad y eficiencia de este gobierno no es solo culpa de quienes ocupan los cargos más altos, sino también de todo el entorno cercano del presidente, incluyendo asesores, estrategas y operadores políticos.
En medio del debate sobre la corrupción y la transparencia gubernamental, el presidente ha reiterado su compromiso con la ética en la gestión pública. Según sus propias palabras, “ningún acto de corrupción que se presente con pruebas quedará impune”, asegurando que todas las denuncias son remitidas a la Dirección de Ética, y si se encuentran méritos, pasan al Ministerio Público para su debido proceso.
Este planteamiento refuerza la narrativa oficial de que en la actual administración no hay espacio para la impunidad. Sin embargo, también se reconoce la existencia de múltiples denuncias, algunas de las cuales, según el mandatario, carecen de sustento. “Es un gobierno democrático, hay denuncias de todo tipo, y muchas no están obtenidas”, enfatizó, dejando entrever que no todas las acusaciones deben tomarse como verdades absolutas sin el debido proceso.
El problema de Abinader no es solo la ineficiencia de algunos funcionarios, sino su círculo de asesores, un grupo que más parece un club de amigos que un equipo de expertos. No hay un gabinete estratégico de alto nivel con capacidad crítica y objetiva. En lugar de rodearse de profesionales con una visión amplia, el presidente ha confiado en personas que le dicen lo que quiere escuchar, generando decisiones políticas erráticas y dañinas para su propia gestión.
Pero hay otro factor: el ego del presidente. Quienes han trabajado cerca de Abinader lo describen como alguien que cree tener la verdad absoluta en todos los temas, lo que lo lleva a ignorar consejos o actuar de forma impulsiva. Esta combinación de mala asesoría y arrogancia presidencial es una bomba de tiempo que ha costado al país políticas ineficientes y crisis evitables.
Si Abinader realmente quiere hacer cambios, debe empezar por romper ese círculo de mediocridad y construir un equipo de asesores con credibilidad, experiencia y visión crítica. No basta con cambiar fichas en el tablero, hay que cambiar el juego.
Más allá del discurso, la ciudadanía se pregunta: ¿Se están tomando las medidas necesarias para garantizar la justicia en todos los casos? La confianza en las instituciones depende de la capacidad del gobierno para actuar con firmeza, sin importar nombres ni afiliaciones políticas.
Aun así, el presidente dejó abierta la puerta a cambios inminentes. “Va a haber cambio pronto”, dijo, sin precisar detalles, lo que deja en el aire la posibilidad de remociones, ajustes o nuevas estrategias para fortalecer su compromiso con la transparencia.
La corrupción sigue siendo un tema sensible en el país, y la gestión actual enfrenta el reto de demostrar con hechos su determinación para erradicarla. La sociedad estará atenta a lo que ocurra en los próximos días.
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