El caos que este domingo se vivió en el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA) es la radiografía de un país atrapado en la improvisación. Un apagón de más de una hora paralizó operaciones, dejó a cientos de pasajeros varados, expuso al país ante la comunidad internacional y evidenció, una vez más, la fragilidad de un sistema eléctrico que ni siquiera garantiza energía en la principal puerta de entrada al turismo dominicano.
El AILA recibe su energía eléctrica principalmente de la red nacional del Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI), gestionada por la Superintendencia de Electricidad (SIE) y distribuida por EDEESTE (Empresa Distribuidora de Electricidad del Este), que cubre la zona este de Santo Domingo, incluyendo Punta Caucedo (donde está el aeropuerto).
Desde las 9:16 de la mañana de este domingo, las operaciones del Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA) se encuentran afectadas por una interrupción en el suministro eléctrico, cuya causa aún no ha sido precisada.
La información fue confirmada por el director de Comunicación Corporativa de Aeropuertos Dominicanos Siglo XXI (Aerodom), José Luis López, quien explicó que la falta de energía ha provocado la detención de vuelos.
No hay una «planta eléctrica única» dedicada exclusivamente al AILA; en cambio, se suple de un mix de generación nacional a través de la red interconectada. Esto incluye plantas térmicas (la mayoría), hidroeléctricas y renovables emergentes.Como aeropuerto crítico, el AILA también cuenta con generadores de respaldo (plantas de emergencia diésel o gas) para evitar interrupciones durante cortes frecuentes en RD, pero el suministro base es de la red.
Videos difundidos en redes sociales muestran a viajeros aglomerados, sin acceso a los counters de migración, mientras empleados del aeropuerto intentaban, sin éxito, organizar el flujo de entrada. Aeropuertos Dominicanos Siglo XXI (Aerodom) reconoció que desde las 9:16 a. m. un fallo en los circuitos eléctricos detuvo las operaciones, obligando a suspender vuelos y retrasar itinerarios.
Lo ocurrido en el AILA no es un hecho aislado: es el reflejo de una problemática estructural. La República Dominicana presume de ser un destino líder en turismo del Caribe, pero mantiene un sistema eléctrico incapaz de sostener hospitales, industrias, comunidades, y ahora ni siquiera sus aeropuertos. El apagón en Las Américas pone en evidencia la falta de inversión en infraestructura crítica, la carencia de protocolos de contingencia y la dejadez en la supervisión de un servicio que debería ser prioritario.
La energía eléctrica no es un lujo, es la base sobre la cual descansa la competitividad, la seguridad y la confianza de un país. Cuando un aeropuerto internacional se paraliza por falta de luz, el mensaje que se envía al mundo es devastador: somos un país sin control de sus recursos más elementales.
La improvisación y el abandono tienen consecuencias: pérdidas económicas millonarias, pasajeros indignados, retrasos en vuelos internacionales y un daño irreparable a la imagen del país. Mientras las autoridades se limitan a publicar comunicados escuetos en redes sociales, los viajeros —turistas y dominicanos— se enfrentan a la incertidumbre y la frustración de un servicio que debería ser eficiente y confiable.
La crisis eléctrica en el AILA es, en realidad, la crisis de toda la República Dominicana. Mientras no exista una política seria, sostenible y responsable en materia energética, la nación seguirá pagando un precio demasiado alto: apagones que oscurecen la vida cotidiana y exponen nuestra incapacidad ante el mundo.
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