La Dirección General de Pasaportes se encuentra en el ojo del huracán luego de un escandaloso contrato que podría costarle al pueblo dominicano 200 millones de pesos. Este acuerdo de alquiler, que nunca debió firmarse, ha provocado indignación en la sociedad, obligando a la ciudadanía a cuestionar la gestión de Lorenzo David Ramírez Uribe, actual director de la institución.

A pesar de que el presidente Luis Abinader ordenó expresamente que dicho contrato no se ejecutara, la Dirección de Pasaportes Dominicano hizo caso omiso y firmó el compromiso, incurriendo en una obligación financiera que ahora pone en riesgo los recursos públicos. Este tipo de decisiones no solo ponen en evidencia una clara irresponsabilidad administrativa, sino que también parecen rozar la ilegalidad. De ser negligencia del funcionario, quedaría en evidencia su total incapacidad para gestionar los recursos que pertenecen al pueblo.
Las consecuencias son claras: el pueblo dominicano, que con tanto esfuerzo paga impuestos, será quien deberá asumir una penalidad millonaria. En un contexto de creciente inflación y con la economía de la nación al borde de varias crisis, esta decisión irresponsable resulta una burla para los ciudadanos que, como nunca antes, necesitan ver un uso eficiente de sus recursos.
Este escándalo también deja varias preguntas sin respuesta. ¿Cómo un contrato tan comprometedor fue firmado sin el debido análisis? ¿Quiénes fueron los responsables de permitir que este acuerdo se concretara sin tener en cuenta las implicaciones legales y financieras? Además, se suma la interrogante de si hubo dolo, negligencia o una falta total de profesionalismo en el manejo de los procesos administrativos.
La reacción de Ramírez Uribe ante este escándalo es crucial. El pueblo dominicano exige explicaciones claras: ¿Por qué firmó un contrato que el presidente ya había rechazado? ¿Por qué permitió que se llegara a una penalidad de tal magnitud? ¿Qué mecanismos de supervisión y control fallaron para que se cometiera tal error? La falta de respuestas claras o la minimización de este hecho solo aumentará la indignación popular.
En este escenario, la responsabilidad del director de la Dirección General de Pasaportes Dominicano es ineludible. La transparencia es fundamental, y si Lorenzo Ramírez Uribe no tiene una justificación convincente y una explicación convincente sobre lo sucedido, lo más sensato es que dé un paso al costado. En un país donde cada peso cuenta, no podemos permitir que los errores administrativos de esta magnitud sean asumidos por los contribuyentes.
La sociedad merece una rendición de cuentas, y las opciones son claras: pagar la multa de su propio bolsillo o renunciar de inmediato.
El país no está para seguir soportando el peso de malas decisiones de funcionarios que, al final del día, no responden con seriedad ni compromiso a sus responsabilidades. Exigimos que se tomen medidas contundentes, y que los responsables de este escándalo paguen por su falta de capacidad administrativa.
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