En medio de la peor crisis de credibilidad y creatividad de su historia, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) vuelve a sorprender a la opinión pública. Esta vez, no por un acto de renovación o autocrítica, sino por una postura que, en lugar de acercarlo al sentir de la mayoría del pueblo dominicano, lo aleja aún más.
El PLD ha decidido rechazar la actual política migratoria del Gobierno, argumentando que atenta contra los derechos de mujeres embarazadas y menores de nacionalidad haitiana en condición ilegal. Según los voceros del partido, los operativos realizados en hospitales representan una violación a los derechos fundamentales de estos individuos.
Resulta, cuanto menos, irónico que un partido que tiene un pie en el hoyo —con una dirigencia desconectada y una base desmoralizada— elija como bandera política la defensa de extranjeros en situación irregular, en un momento donde el clamor popular exige precisamente lo contrario: control, soberanía y respeto a nuestras leyes migratorias.
La mayoría del pueblo dominicano ha sido clara en su postura frente al tema migratorio: se exige orden, seguridad fronteriza y una política firme que proteja los recursos del Estado. Mientras tanto, el PLD, en un intento desesperado por marcar diferencia, se alinea con una narrativa que ignora el sentir nacional y que raya en lo antipatriótico.
Es evidente que este partido, que durante sus gobiernos promovió el desorden migratorio con permisividad y negligencia, ahora pretende erigirse como defensor de los derechos humanos… pero no de los dominicanos, sino de quienes violan nuestra soberanía. ¿Con qué autoridad moral?
Este tipo de posicionamientos no solo refleja una desconexión absoluta con el país real, sino también una alarmante falta de brújula política. En vez de replantear su rumbo y conectar con los problemas reales del pueblo —inseguridad, desempleo, educación, salud—, el PLD decide dispararse en el pie con posturas que solo suman al rechazo que ya arrastra.
La política no es un juego de discursos, es un ejercicio de responsabilidad nacional. Y si el PLD desea algún día recuperar parte del terreno perdido, deberá comenzar por entender que el patriotismo no es negociable.
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