Han transcurrido casi seis años desde que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) perdió el poder, pero en realidad, son seis años y cuatro meses desde que la división interna en su seno donde nació la Fuerza del Pueblo, lo llevó a esta caída. Desde entonces, se observa a Leonel Fernández, quien parece aferrarse al viejo partido y no logra encontrar una vía para crecer fuera de su estructura. Lejos de apostar por una renovación de ideas y estrategias, se empeña en seguir conquistando a antiguos dirigentes del PLD como única forma de construir una alternativa.
Para quien suscribe, parece una locura “correr de la Oposición para la Oposición”. La política de Leonel y su Fuerza del Pueblo, centrada en los intereses del partido que compró, parece estar atrapada en un círculo vicioso sin salida. Es incomprensible que un líder que ha sido candidato presidencial desde 1995, y cuya permanencia al frente del PLD es incuestionable, siga buscando fuerzas dentro de un partido donde la sucesión es de padre a hijo, excluyendo cualquier posibilidad real de crecimiento político para otros miembros.
El destino final de un político, especialmente en una democracia, es llegar a ser presidente. Sin embargo, en el PLD, esa meta solo está al alcance de dos personas: el dueño del partido y su heredero. Entonces, la pregunta es, ¿qué busca un político que quiere un futuro dentro de esa estructura?
Para un diputado, puede ser atractivo estar en un partido grande, especialmente porque el sistema de voto preferencial o «Home» les ofrece mayores posibilidades. Quizás esa sea la razón por la cual algunos diputados y regidores se sienten atraídos a cambiarse de bando, pero este tipo de movimientos no parecen responder a una visión estratégica a largo plazo. Parecen ser decisiones tácticas, pensadas en el beneficio inmediato más que en la creación de una propuesta política sólida para el país.
Ahora bien, el mayor error que comete la oposición en su conjunto es que no sabe crecer, ni convocar a nuevos actores. No logran atraer a figuras políticas de relevancia fuera de su círculo cerrado y mucho menos presentar un discurso renovado para cautivar a los votantes más jóvenes. Todo sigue siendo una copia de los viejos discursos de los años 90, con los mismos rostros y las mismas estrategias desactualizadas. En lugar de mirar hacia el futuro, la oposición sigue atrapada en una política anquilosada que no responde a las necesidades actuales del pueblo dominicano.
El problema central es la falta de renovación. Los partidos opositores no han sabido articular un proyecto de país que rompa con la herencia de los gobiernos pasados. La estrategia parece centrarse en disputas internas y el reclutamiento de figuras desgastadas, cuando lo que realmente necesita la sociedad dominicana es un cambio profundo en la manera de hacer política.
El modelo de alternancia democrática está completamente en juego. Para que la oposición sea una opción viable en el futuro, no puede seguir apostando por las mismas fórmulas que no lograron conquistar al electorado en el pasado. La división solo perpetúa el estancamiento, y mientras tanto, el país sigue esperando un verdadero cambio, uno que desafíe los viejos vicios y ofrezca una nueva visión para un futuro mejor.
Mientras la oposición dígase PLD y Fuerza del Pueblo siga tratando de llenar su vacío con figuras del pasado, se condenará a seguir siendo un ecosistema de políticos sin capacidad de conectar con la realidad del pueblo.
Es urgente que dejen atrás las estrategias anticuadas y empiecen a pensar en una renovación genuina que sí pueda competir con los actuales liderazgos, no solo en un terreno de poder, sino también en propuestas claras y frescas para la sociedad dominicana.
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