La crisis ambiental de Haití ha alcanzado niveles tan alarmantes que el propio territorio haitiano se ha vuelto infértil, con suelos devastados y un clima cada vez más implacable. La ausencia de cobertura forestal ha reducido drásticamente las precipitaciones, llevando a una crisis hídrica sin precedentes. Como consecuencia, la nación vecina ha recurrido a la explotación de recursos en la República Dominicana, con el amparo de sectores cómplices dentro del país, incluyendo la pasividad del actual gobierno dominicano, encabezado por Luis Abinader, cuya negligencia ha permitido que esta situación continúe sin freno.
Uno de los aspectos más preocupantes de esta depredación es el comercio del carbón vegetal. Según datos presentados por el ingeniero Francisco Sang, de la Comisión de Medio Ambiente de la Fundación Liderazgo Emergente, el 86% del carbón consumido en Haití proviene de la República Dominicana, alcanzando la alarmante cifra de 22,170 toneladas anuales. Haití depende de este recurso para el 16% de su consumo energético, y el 70% de su población lo utiliza para cocinar.
La extracción de carbón vegetal no solo responde a la demanda haitiana, sino que también forma parte de un lucrativo mercado de exportación. Entre 2011 y 2013, se exportaron desde territorio dominicano 16,145,819 libras de carbón vegetal hacia diversos países, incluyendo Estados Unidos, Turquía, Italia, Puerto Rico, San Martín y Haití. En 2013, las exportaciones se extendieron a España, Portugal, Turkmenistán, Grecia, Martinica y otras naciones, mientras que en 2014, se sumó Dubái a la lista de compradores, con un volumen de 2,159,007 libras exportadas.
El comercio de carbón vegetal no es una actividad marginal. En 2013, el mercado mundial de este recurso se estimaba en 9.8 mil millones de dólares, y si se incluyen las ventas informales, se calcula que podría haber alcanzado más de 18 mil millones de dólares. Mientras la demanda sigue aumentando en América Latina y África, en Asia ha disminuido, y en los países industrializados se mantiene estable, utilizado principalmente para actividades recreativas.
Francisco Sang ha comparado la problemática del comercio ilegal de carbón vegetal con un cáncer: «silente pero letal». Este fenómeno involucra una compleja interacción de factores económicos, sociales, ambientales y culturales. Se estima que más de 150,000 personas dependen de esta actividad para su subsistencia, pero su impacto ambiental es devastador, provocando la deforestación de aproximadamente 2,000 km² de territorio dominicano cada año.
A pesar de la gravedad de la situación, las autoridades dominicanas han mostrado una preocupante indiferencia. La Fundación Liderazgo Emergente ha denunciado la falta de atención del gobierno a esta crisis ecológica y ha exigido una intervención efectiva para proteger los ecosistemas y microclimas del país. En una conferencia dictada en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), William Correa, presidente de la fundación, resaltó la importancia de la conservación ambiental y advirtió sobre las catastróficas consecuencias de la tala indiscriminada para la producción de carbón.
La situación exige una respuesta inmediata. No solo está en juego la estabilidad ecológica del país, sino también la soberanía de sus recursos naturales. Es imperativo que el gobierno dominicano implemente medidas contundentes para frenar el saqueo del medioambiente y proteja la biodiversidad nacional. La inacción no es una opción; de lo contrario, el futuro ecológico de la República Dominicana podría correr la misma suerte que el de Haití.
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