En el ámbito político de la República Dominicana, uno de los temas que más resuena es la administración del presidente Abinader y la sinceridad que tanto él como su esposa han transmitido a la población. Si bien todos reconocen las buenas intenciones con las que se han iniciado los cambios, la realidad es que «de buenas intenciones está lleno el camino hacia el infierno». Este es un recordatorio claro de que, aunque los deseos de transformar el país sean sinceros, la ejecución de esos planes es donde realmente se mide el impacto de una gestión.
Sin embargo, existen señales que nos invitan a cuestionar si las buenas intenciones del presidente Abinader están siendo opacadas por prácticas cuestionables.
Se habla cada vez más de ciertos funcionarios que, lejos de trabajar por el bien común, parecen estar tomando decisiones que no coinciden con los principios de honestidad que se han prometido. Y es que, en cualquier estructura de poder, las sombras de la corrupción, la deslealtad y la ambición personal pueden fácilmente colarse en los rincones más insospechados.
Este es el momento de hacer un llamado claro al presidente: la gestión no es solo una cuestión de intenciones, sino de resultados y de coherencia. Es fundamental que aquellos que no estén comprometidos con la visión de trabajo y servicio público sean apartados de sus cargos. La política no es un espacio para enriquecerse a expensas del pueblo. El presidente tiene la oportunidad de demostrar que la transparencia y la eficiencia no solo son valores que se predican, sino principios que se viven.
Y a aquellos que aún creen en el cambio, en la posibilidad de transformar el país, es hora de revisar el funcionamiento interno del gobierno del presidente Abinader.
La actitud pasiva ante la ineficiencia o la corrupción es tan peligrosa como la corrupción misma. No basta con dar discursos sobre la honestidad y la buena intención, sino que se deben tomar decisiones firmes y actuar con rigor.
Es hora de darle espacio a los que verdaderamente quieren trabajar por el país, a aquellos que no están buscando hacerse millonarios, sino dejar un legado positivo. No todo es para siempre, y la política es un campo en el que el tiempo no perdona ni la inacción ni los intereses personales. La Nación necesita un presidente que no solo promueva cambios, sino que también tenga la valentía de hacer ajustes, de revisar su entorno y de rodearse de quienes realmente estén comprometidos con la visión de un país más justo y próspero.
El momento de la reflexión está aquí. La honestidad y la sinceridad no son solo palabras; son principios que deben guiar las acciones de aquellos que tienen el poder de cambiar una nación. Y esa responsabilidad recae en el presidente y en su equipo de trabajo. Es hora de actuar y de verificar
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