La actual vicepresidenta de la República Dominicana, Raquel Peña, ha dejado claras sus intenciones de convertirse en la sucesora de Luis Abinader. Sin embargo, al analizar su historial, su discurso y sus decisiones como funcionaria, queda en evidencia que su candidatura no responde a los intereses del pueblo dominicano, sino a los de un grupo económico que busca seguir manejando el poder a su conveniencia.
Una agenda contraria a la voluntad del pueblo
Uno de los primeros aspectos que delatan su incompatibilidad con la mayoría del pueblo dominicano es su postura sobre el tema haitiano. Existen registros audiovisuales en los que la propia Raquel Peña sugiere que el país debe acoger a los haitianos, ignorando la crisis migratoria y la posición firme de más del 85% de los dominicanos, que según estudios recientes, apoyan el aumento de las deportaciones de haitianos ilegales.
Desde este punto de partida, su candidatura representa un peligro para la soberanía nacional. No se puede confiar en una líder que, en lugar de proteger la identidad y la estabilidad del país, se alinea con presiones internacionales y agendas que buscan diluir la dominicanidad.
La pandemia y los negocios con el Estado
Raquel Peña no solo fue la cara visible de las medidas restrictivas durante la pandemia, sino que fue la principal impulsora de prolongar los toques de queda más allá de lo necesario. Mientras los dominicanos sufrían el encierro y la paralización de sus actividades económicas, el gobierno que ella representaba hacía negocios con el dinero del Estado bajo el pretexto de la emergencia sanitaria.
Peña también estuvo a cargo de la compra y distribución de las vacunas contra el COVID-19. Hoy, con la información que ha salido a la luz y con documentos como el libro La Computación de Pepitas Ed., queda claro que gran parte de lo que nos vendieron durante la pandemia no fue más que una farsa. La vacunación se convirtió en un negocio millonario, donde los intereses económicos primaron sobre la salud real de los dominicanos.
Los movimientos en el poder: el golpe a Furcal y Plutarco Arias
Otra evidencia de que Raquel Peña no responde a los intereses del pueblo ni del partido de gobierno es la forma en que ha maniobrado dentro del gobierno para asegurar que solo sus aliados tengan control en posiciones clave.
Se dice que ella y su grupo fueron responsables de la salida de Roberto Fulcar del Ministerio de Educación, desplazándolo para colocar a alguien más alineado con los negocios que representa. Lo mismo ocurrió con el exministro de Salud Pública, Plutarco Arias, quien fue removido sin una explicación clara, pero con rumores de que su destitución respondía a intereses que Peña y su grupo querían proteger.
Con estas movidas, queda en evidencia que Raquel Peña no es una dirigente comprometida con el bienestar del pueblo ni con la estructura del PRM. Su lealtad está con un grupo económico específico, que la ve como la mejor ficha para seguir manejando los recursos del Estado a su conveniencia.
Sin estructura política ni liderazgo real
Raquel Peña no tiene estructura política propia. No es una líder de base, no tiene trayectoria en la política ni ha demostrado una conexión genuina con el pueblo. Su única carta de presentación es su currículum académico y su paso como vicepresidenta, un puesto que ocupó sin mayor mérito que el de ser una figura del grupo económico del Cibao dentro del gobierno de Abinader.
Su candidatura es un intento de vender a la población la idea de una “figura preparada y con experiencia en el gobierno”, cuando en realidad es simplemente una ejecutora de intereses ajenos al bienestar de los dominicanos.
Un NO rotundo a su candidatura
Raquel Peña representa la continuidad de un modelo de gobierno donde los intereses económicos pesan más que la voz del pueblo. Su historial demuestra que su presidencia solo favorecería a un grupo reducido, mientras el país seguiría siendo sometido a agendas externas y negociaciones oscuras.
Los dominicanos no pueden permitir que esta candidatura avance. No podemos darnos el lujo de entregar el poder a alguien que ya ha demostrado que no trabaja para nosotros, sino para quienes la financian.
La respuesta debe ser clara y contundente: Raquel Peña no es una opción para el 2028.
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