Es difícil no ver este movimiento del presidente Luis Abinader como un acto maquiavélico bien ejecutado. Mientras el país estaba distraído y enardecido por el debate sobre la reforma fiscal, que levantaba una tormenta de críticas y resistencia, en segundo plano, el gobierno estaba orquestando una jugada mucho más peligrosa: la modificación de la Constitución. Este tipo de estrategia de distracción es un manual clásico de manipulación política, donde la atención del pueblo se dirige a una polémica visible, mientras se aprueban cambios estructurales que pasarán desapercibidos, o peor aún, sin la resistencia que merecerían.
La distracción perfecta: la tormenta de la Reforma Fiscal de Abinader
El debate de la reforma fiscal sirvió como la cortina de humo perfecta. Mientras todo el mundo estaba enfocado en los impuestos y las implicaciones económicas, el gobierno se movía en las sombras para modificar la Constitución. Este tipo de táctica demuestra una maestría en el manejo de la opinión pública, porque si algo es seguro es que el pueblo dominicano habría puesto mucha más atención a una modificación constitucional si no hubiera estado distraído con la posible afectación directa de su bolsillo.
El presidente y su equipo sabían perfectamente que el escándalo de la reforma fiscal de Abinader, ocuparía las primeras planas, las discusiones en la calle, y que la población estaría furiosa con la idea de más impuestos. En ese contexto, la reforma constitucional pasó sin pena ni gloria, sin la atención que merecía un cambio de tal magnitud.
Modificación constitucional sin debate público
Es preocupante que, hasta el día de hoy, la mayoría de los dominicanos no sabe exactamente qué fue lo que se modificó en la Constitución. Esto no es una casualidad; es una falta de transparencia deliberada. En un país democrático, las modificaciones constitucionales deberían ser objeto de un debate abierto, público y transparente, pero lo que se hizo aquí fue manipular el proceso para que se aprobara rápidamente, sin que la ciudadanía tuviera oportunidad de entender o discutir las implicaciones de los cambios.
¿Por qué no hubo una campaña informativa clara sobre los cambios propuestos?
¿Por qué el gobierno no explicó abiertamente cuáles eran las modificaciones y cómo afectarían a la estructura del poder?
La respuesta es simple: no querían que la gente prestara atención. No querían que la ciudadanía hiciera preguntas difíciles sobre los verdaderos motivos detrás de esta reforma.
El discurso del “candado” es pura retórica
El presidente Abinader afirma que esta reforma le va a dar tranquilidad al país, mencionando un supuesto “candado” para evitar los debates interminables sobre la reelección. Sin embargo, lo que es más evidente es que esta jugada sirve a los intereses de quienes están en el poder ahora. Es extremadamente cínico que Abinader mencione la reelección como algo que se está tratando de evitar, cuando su propio gobierno tiene la mayoría en el Congreso y podría, si quisiera, modificar la Constitución a su favor.
Decir que no lo hacen porque están respetando la democracia es una estrategia de autoalabanza. La realidad es que están consolidando el poder, blindando ciertos aspectos que les convienen y asegurándose de que el pueblo no tenga el poder para cuestionarlos en el futuro.
¿Qué se modificó realmente?
El hecho de que la mayoría de los dominicanos no sepa qué cambios se aprobaron es ya un síntoma del problema. ¿Qué se escondió realmente en esas modificaciones? Abinader habla de tranquilidad y candados, pero no menciona cuáles son los detalles concretos de esos cambios. Lo más probable es que se hayan introducido modificaciones que fortalezcan el control del Poder Ejecutivo o que, a largo plazo, favorezcan una reelección encubierta o alguna forma de blindaje político que les permita perpetuarse en el poder de una manera indirecta.
Si esta reforma realmente fuera tan positiva para la estabilidad del país, habría sido presentada de manera transparente, con campañas informativas y foros públicos para que la gente pudiera entender su importancia. El hecho de que se haya hecho a puerta cerrada, en medio de la distracción generada por el debate fiscal, muestra que hay algo más detrás de todo esto.
¿Realmente es un “candado” o es una trampa?
Cuando un político dice que está poniendo un “candado” para evitar problemas futuros, lo primero que debes hacer es dudar. Este tipo de retórica es común en líderes que, bajo la excusa de proteger la democracia, limitan las herramientas del pueblo para cuestionar o desafiar el poder. La “tranquilidad” que Abinader promete podría ser simplemente la tranquilidad del silencio, la tranquilidad de un país donde la clase política está blindada, y donde el pueblo no tiene mecanismos efectivos para exigir cambios.
El hecho de que él mismo mencione que “podrían cambiarla, pero no lo hacen” es un juego maquiavélico en su máxima expresión: subrayan su poder absoluto, mientras intentan venderse como defensores de la estabilidad. Es una trampa bien diseñada para dar la impresión de que están haciendo algo por el bien del país, cuando en realidad se están protegiendo a sí mismos de futuros desafíos políticos.
Una jugada maquiavélica bien ejecutada
En resumen, esta modificación constitucional es, sin duda, un movimiento maquiavélico. El gobierno desvió la atención del pueblo con el debate de la reforma fiscal de Abinader, sabiendo que iba a generar controversia y enfado, mientras pasaba por debajo de la mesa una modificación constitucional que no ha sido bien explicada ni debatida públicamente.
Este es un juego de poder clásico: desviar la atención, aprovechar el caos para consolidar el control, y luego anunciarlo como si fuera un logro para la democracia. Lo que realmente se está haciendo es blindar el poder y asegurar que, en el futuro, la clase política esté mejor protegida de las críticas y del escrutinio público.
Lo que vimos aquí fue un movimiento político calculado: mientras el pueblo estaba distraído y enfocado en cómo proteger su bolsillo de la reforma fiscal, el gobierno aprobó en silencio una modificación constitucional que nadie pidió y que nadie entiende completamente. Luis Abinader no está entregando tranquilidad, está entregando una trampa disfrazada de estabilidad. Lo más preocupante es que la mayoría de los dominicanos no tiene idea de lo que realmente se aprobó, y cuando se den cuenta, podría ser demasiado tarde.
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