En un hecho sin precedentes en la historia reciente de la República Dominicana, el presidente Luis Abinader se ha convertido en el primer mandatario en recibir a tres secretarios de Estado de los Estados Unidos en menos de cinco años de gobierno. Sin embargo, más allá del simbolismo diplomático, estas visitas han traído consigo un patrón preocupante: cada secretario llega con nuevas exigencias, y todas han sido acatadas sin considerar el verdadero interés nacional.
La última visita, la del recién nombrado secretario de Estado Marco Rubio, se da en un momento clave, justo después de que EE. UU. anunciara la suspensión de su apoyo financiero a la Fuerza Multinacional en Haití y de que la USAID recortara fondos destinados a proyectos en República Dominicana. Se espera que Abinader, como lo ha hecho en ocasiones anteriores, simplemente acate estas decisiones sin una estrategia real para defender los intereses del país.
El Patrón de Sumisión: Tres Visitas, Tres Exigencias
Mike Pompeo (2020): La injerencia en las elecciones
En agosto de 2020, Mike Pompeo, secretario de Estado bajo la administración de Donald Trump, visitó República Dominicana para la toma de posesión de Abinader. Sin embargo, meses antes, Pompeo había intervenido directamente en la política dominicana con una llamada al entonces presidente Danilo Medina para advertirle que no intentara modificar la Constitución y optar por una nueva reelección. Esta intervención fue clave en el ascenso de Abinader al poder.
Antony Blinken (2024): Presión sobre Haití y la agenda migratoria
En septiembre de 2024, Antony Blinken, bajo la administración de Joe Biden, llegó a Santo Domingo con una clara exigencia: que el gobierno dominicano asumiera una mayor carga en la crisis haitiana. En lugar de exigir una solución internacional equitativa, Abinader reforzó su discurso de colaboración con EE. UU., pero sin obtener compromisos claros a cambio.
Marco Rubio (2025): Recortes de ayuda y crisis en Haití
Ahora, Marco Rubio llega con nuevas imposiciones. EE. UU. ha decidido cortar la ayuda a la Fuerza Multinacional en Haití y suspender fondos de la USAID para la República Dominicana. Abinader ha prometido discutir el tema con Rubio, pero la historia sugiere que su respuesta será la misma: acatar sin confrontar, aceptando pasivamente las decisiones de Washington.
El Costo de la Sumisión
El problema no es solo la llegada de estos altos funcionarios estadounidenses, sino la actitud con la que el gobierno dominicano responde. En cada visita, en lugar de defender una postura firme a favor de los intereses nacionales, Abinader ha priorizado la complacencia hacia Estados Unidos.
Mientras otros países de la región negocian y establecen condiciones en sus relaciones con Washington, República Dominicana parece haber asumido un rol de obediencia automática. Esto plantea serias dudas sobre la soberanía del país y sobre el tipo de liderazgo que se ejerce desde el Palacio Nacional.
En Hackeando el Sistema anticipamos correctamente que el gobierno de EE. UU. no impondrá sanciones al gobierno dominicano porque simplemente no lo necesita. La sumisión del presidente Luis Abinader ante las exigencias de Washington hace innecesario cualquier tipo de presión.
Primero, el gobierno dominicano no negocia ni exige nada a cambio en su relación con EE. UU., lo que lo convierte en un socio obediente y predecible. Segundo, la justicia estadounidense maneja información sensible sobre el narcotráfico que involucra a políticos actuales y pasados, así como a empresarios cercanos a estos gobiernos. Esto les da una carta de control permanente sobre las élites dominicanas.
Lo que podemos esperar de esta visita es lo mismo que en ocasiones anteriores: imposiciones disfrazadas de acuerdos, que serán aceptadas sin resistencia, sin importar el interés nacional. Mientras tanto, los políticos dominicanos seguirán priorizando sus propios beneficios, enriqueciéndose mientras ocupan cargos públicos, sin preocuparse por el bienestar del pueblo.
Otro punto a resaltar es que el presidente Abinader no hace ningún esfuerzo por eliminar la imagen de sumisión que tiene. No sabemos si es porque no tiene manera de deshacerse de esa percepción, si no tiene deseo de hacerlo, o si ni siquiera es consciente de que la tiene.
La pregunta que queda en el aire es clara: ¿hasta cuándo la República Dominicana seguirá aceptando imposiciones extranjeras sin cuestionarlas?
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