La semana pasada, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) pidió al gobierno de Luis Abinader, explicaciones sobre el paradero de 600 millones de pesos en bonos navideños que supuestamente no fueron distribuidos. Si bien el PLD tiene poca autoridad moral para exigir transparencia, esto no disminuye la importancia del reclamo: los ciudadanos y ciudadanas que pagamos impuestos tenemos derecho a saber en qué se gasta el dinero público.
El contexto no es favorable para el gobierno de Luis Abinader. Hace unos meses, fracasó estrepitosamente en su intento de implementar una reforma fiscal, argumentando que el país no tenía suficientes recursos para cubrir las necesidades más básicas.
Sin embargo, ahora resulta que “sobran” 600 millones de pesos que no llegaron a los hogares dominicanos en Navidad. Este tipo de contradicciones no solo generan desconfianza, sino que también revelan una falta de planificación y transparencia.
Lo último en hacerse viral fue la noticia de una junta de vecinos que compró 200 bloques con bonos de Navidad. Aunque este hecho es anecdótico, y tal vez irrelevante, el verdadero escándalo está en los millones que siguen sin explicación. ¿Cómo puede un gobierno que se vende como diferente y “honesto” permitir este tipo de discrecionalidad en el manejo de fondos públicos? La imagen del director del Gabinete de Política Social, Tony Peña Guaba, entregando bonos “sin ton ni son” no solo es lamentable, sino que refuerza la percepción de que este gobierno no es tan diferente de sus antecesores.
El PLD, pese a su historial de corrupción, pone el dedo en una llaga que no se puede ignorar. La administración de Abinader, que se ha presentado como la alternativa moral frente a los escándalos de corrupción de la pasada gestión, está demostrando que sus prácticas no son ni tan distintas ni tan eficaces como prometieron.
La ausencia de una respuesta clara sobre el destino de esos 600 millones de pesos pone en entredicho la seriedad de un gobierno que ha intentado posicionarse como “el cambio”. ¿Qué tan lejos estamos realmente del pasado que criticamos? Cuando los fondos públicos se manejan sin rendir cuentas, el discurso de la transparencia queda reducido a mera retórica.
Lo preocupante no es solo el dinero faltante, sino el mensaje que esto envía. ¿Qué tan diferentes son las prácticas de este gobierno respecto a las de los anteriores? Los ciudadanos y ciudadanas no podemos seguir conformándonos con explicaciones vagas o silencio. Necesitamos respuestas concretas, porque el dinero público no es un botín político.
A finales de enero, seguimos hablando de bonos navideños que nunca llegaron a los hogares dominicanos. Esto no es solo un fallo administrativo; es un golpe a la credibilidad de un gobierno que prometió ser distinto. Si el presidente Luis Abinader no toma cartas en el asunto, la percepción de que su administración es igual o peor que las anteriores no hará más que consolidarse.
El cambio no puede ser solo un eslogan de campaña. El cambio es transparencia, rendición de cuentas y un manejo responsable de los recursos públicos. Sin eso, estamos simplemente pintando de otro color el mismo cuadro de siempre.
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