La Cancillería dominicana confirmó este martes que Cuba, Nicaragua y Venezuela no serán invitados a la X Cumbre de las Américas, que se celebrará en diciembre en Punta Cana. El anuncio, aparentemente técnico y “multilateral”, encierra una decisión política con consecuencias diplomáticas profundas, que podría dejar a República Dominicana aislada dentro de la misma región que históricamente la ha acompañado.
Un error estratégico disfrazado de formalidad
El comunicado oficial intenta justificar la exclusión bajo el argumento de que estos tres países “no forman parte de la OEA” y no participaron en la última Cumbre.
Sin embargo, esta explicación ignora el contexto geopolítico real:
- La Cumbre de las Américas no pertenece exclusivamente a la OEA, sino que se ha concebido como un espacio de diálogo hemisférico.
- La decisión se alinea claramente con la política exterior de Washington, que ha marginado sistemáticamente a estos gobiernos por diferencias ideológicas.
Es decir, el Gobierno dominicano ha optado por seguir la agenda de Estados Unidos, aun a costa de erosionar sus vínculos naturales con el Caribe y América Latina.
Un giro contrario a la tradición diplomática de la República Dominicana.
Desde Joaquín Balaguer hasta Leonel Fernández, la diplomacia dominicana ha sido reconocida por su prudencia y capacidad de equilibrio, manteniendo relaciones respetuosas con gobiernos de todos los signos.
De hecho, durante la Cumbre Iberoamericana de 2023, el propio Abinader permitió la participación de Cuba, Nicaragua y Venezuela, mostrando madurez política y una visión integradora.
Hoy, ese espíritu parece haber cambiado. El país que alguna vez sirvió como puente entre el Norte y el Sur, se convierte ahora en una extensión dócil del discurso de Washington, sacrificando su independencia diplomática.
Aislamiento regional y contradicciones
La exclusión de estos tres países no solo genera tensiones políticas, sino también económicas y simbólicas:
- Cuba ha mantenido con República Dominicana una relación histórica de cooperación educativa y médica, especialmente en el ámbito sanitario.
- Nicaragua forma parte del SICA, un bloque regional donde la diplomacia dominicana busca protagonismo.
- Venezuela, pese a los conflictos recientes, ha sido uno de los aliados energéticos más importantes de la historia moderna dominicana.
Excluirlos ahora rompe con la coherencia regional que la propia Cancillería dice defender. Peor aún, debilita la posición de República Dominicana como mediador o interlocutor confiable en escenarios internacionales.
Un gesto para Washington, un mensaje confuso para el Caribe
La movida parece diseñada para complacer a Estados Unidos en un momento en que Abinader busca consolidar su imagen internacional.
Pero el costo interno podría ser alto:
- La percepción de subordinación diplomática.
- La pérdida de liderazgo regional.
- Y la erosión de un principio clave: la autonomía de la política exterior dominicana.
En el Caribe, donde la solidaridad histórica entre las islas ha sido vital, este tipo de exclusión envía un mensaje claro: República Dominicana ya no actúa con voz propia.
Un error que puede salir caro
El Gobierno dominicano pudo optar por la inclusión y el diálogo, pero prefirió la conveniencia y la obediencia. En diplomacia, los gestos cuentan más que los comunicados. Y en este caso, el gesto es inequívoco: la administración Abinader ha preferido complacer al poder de siempre, en lugar de fortalecer su liderazgo en la región.
Con esta decisión, República Dominicana no solo pierde amigos, pierde estatura política.
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