La República Dominicana ha resistido a lo largo de su historia embates de toda índole: invasiones extranjeras, presiones militares y económicas, y chantajes diplomáticos. Desde la gesta de la independencia de 1844 hasta la Guerra de Abril de 1965, el pueblo dominicano ha demostrado una voluntad inquebrantable de resistir y defender su soberanía. Sin embargo, hoy enfrentamos una amenaza aún más peligrosa: la descomposición interna desde el mismo corazón del poder político, bajo el manto de un gobierno que parece haberse alineado con intereses internacionales en detrimento de los intereses nacionales.
Contexto histórico: de la soberanía al entreguismo
Desde la Restauración de la República en 1865 tras la anexión a España, la defensa de la soberanía ha sido una constante. La intervención estadounidense de 1916-1924 y la de 1965 fueron enfrentadas con dignidad y sangre por dominicanos decididos a mantener su independencia.
Pero desde 1996, con el inicio de una era marcada por el llamado «nuevo modelo de globalización», hemos visto una creciente sumisión a organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial, y más recientemente, ONGs extranjeras que promueven agendas que, aunque disfrazadas de derechos humanos, muchas veces entran en contradicción con los valores nacionales y la estabilidad del Estado.
Los gobiernos de Leonel Fernández (1996–2000; 2004–2012), Danilo Medina (2012–2020), y ahora Luis Abinader (2020–2024, reelecto para 2024–2028) han sido, en distintos grados, complacientes con actores externos, pero es en el gobierno actual donde esa complacencia parece haberse transformado en una política de destrucción sistemática.
Política de entrega: funcionarios sin raíces ni compromiso
Lo que diferencia al actual gobierno no es solo la complacencia, sino la aparente complicidad con intereses contrarios a la nación. Altos funcionarios y legisladores del oficialismo se expresan públicamente en contra del nacionalismo dominicano, ridiculizando a quienes defienden la soberanía frente a la presión migratoria, cultural y económica de Haití, así como a quienes cuestionan la injerencia de organismos internacionales.
Más grave aún, no hay consecuencias políticas ni administrativas para estos actos. El silencio presidencial es más elocuente que cualquier declaración. No se remueven funcionarios que insultan al pueblo dominicano, ni se enfrentan las campañas mediáticas financiadas por el mismo Estado para desprestigiar a los sectores patrióticos.
Financiamiento estatal contra la nación
Se ha documentado que fondos públicos han sido canalizados hacia medios de comunicación, comunicadores y ONGs que promueven una visión del país como una «tierra sin fronteras», alentando la normalización de la inmigración ilegal, especialmente desde Haití. A esto se suma la influencia de USAID, Open Society, y organismos de la ONU, que empujan reformas legales, curriculares y políticas migratorias en sintonía con sus intereses, no los del pueblo dominicano.
Un caso emblemático es la implementación del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros, impulsado bajo presión internacional, que ha servido más para abrir puertas que para controlar fronteras. Mientras tanto, comunidades dominicanas son desbordadas por el crecimiento descontrolado de población extranjera, con escasos controles sanitarios, laborales y educativos.
Desmovilización del Congreso: oficialismo y oposición en silencio
El Congreso Nacional no ha sido un contrapeso, sino un colaborador pasivo o cómplice activo. Pocas voces se alzan para defender la nacionalidad, el control migratorio, la educación en valores patrióticos o la soberanía alimentaria y energética. La convergencia entre oficialismo y oposición en temas cruciales es una señal preocupante de que la defensa nacional ha sido abandonada como prioridad.
La soberanía en crisis: datos alarmantes
- 40% de los partos en hospitales públicos del país corresponden a mujeres haitianas (SESPAS, 2023).
- La deuda externa se ha triplicado en los últimos 15 años, y continúa aumentando con préstamos blandos condicionados a políticas públicas impuestas por organismos multilaterales.
- República Dominicana importa más del 70% de los alimentos que consume (FAO, 2023), una dependencia que pone en peligro la seguridad alimentaria.
- El país ocupa uno de los primeros lugares en desigualdad de ingresos en la región, mientras se promueve una agenda internacional que no combate las causas estructurales de la pobreza, sino que aumenta la dependencia.
El momento actual: ¿Quién nos gobierna?
Hoy, más que nunca, se percibe que el Estado dominicano ha sido infiltrado por actores que no sienten vínculo emocional, histórico ni cultural con la patria. Gobierna un grupo de técnicos y administradores que ven al país como una empresa, no como una nación con identidad, símbolos y legado.
Este no es un gobierno indiferente, es uno que parece hostil a la causa dominicana. Quienes denuncian esta situación son tratados como extremistas o ignorantes, cuando en realidad, son la última línea de defensa de un pueblo que ya ha dado demasiadas señales de alarma.
La patria o el silencio cómplice
El Himno Nacional nos llama a poner la patria «muy arriba, mucho más», pero quienes hoy detentan el poder parecen dispuestos a colocarla más abajo, mucho menos. La entrega de la soberanía, la destrucción de la identidad, la burla a los valores patrióticos y la complicidad con fuerzas externas han colocado al país en su mayor crisis moral y política desde la dictadura de Trujillo.
Esta vez, no es un tirano el enemigo. Es un sistema infiltrado, indiferente a nuestra historia y cultura. La República Dominicana no caerá por invasión externa; caerá si no nos rebelamos contra el enemigo interno, el que habla en nuestro idioma pero actúa con otra agenda. Y si eso ocurre, no habrá excusas.
La historia está mirando.
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