Marino Zapete es una figura pública con un estilo confrontativo en su discurso. Su conducta presenta una dicotomía que se manifiesta en dos facetas contrastantes: por un lado, se erige como juez de la moral pública, denunciando con severidad las acciones de otros; por otro, cuando es él quien es cuestionado, responde con indignación, arrogancia y una actitud de superioridad.
Marino Zapete, quien se ha vendido durante años como un moralista impoluto y un juez de la ética pública, ahora enfrenta cuestionamientos por presuntamente haber recibido financiamiento de la USAID, lo que pondría en duda la independencia de sus comentarios. Su reacción ante estas acusaciones ha sido agresiva y prepotente, lo que refuerza la dicotomía en su conducta: cuando él acusa, se muestra implacable, pero cuando es cuestionado, responde con indignación y desprecio.
Este comportamiento no es nuevo en figuras que construyen su imagen sobre un pedestal de superioridad moral, como se ha visto en su tendencia a asumir el rol de fiscalizador, mientras se resiste a ser fiscalizado. La disonancia cognitiva entre su discurso y sus acciones lo ha llevado a adoptar una postura defensiva, reflejando lo que en psicología se conoce como narcisismo defensivo: la imposibilidad de aceptar que su propia credibilidad pueda ser objeto de escrutinio. Esto no solo afecta su imagen, sino que también genera dudas sobre la verdadera independencia de su labor periodística, en un contexto donde la opinión pública está cada vez más alerta ante figuras que critican el sistema, pero terminan beneficiándose de él en silencio.
El Complejo del Justiciero Moral
Desde un punto de vista psicológico, el tipo de comportamiento de Marino Zapete puede relacionarse con lo que se conoce como sesgo de superioridad moral. Este fenómeno hace que una persona se perciba a sí misma como poseedora de una ética superior a la de los demás, otorgándose el derecho de señalar y juzgar. En este sentido, Zapete encarna una figura casi mesiánica, convencido de que su rol es exponer la corrupción y los errores ajenos sin considerar que su propio comportamiento pueda estar sujeto a escrutinio.
Este comportamiento también está vinculado con el efecto Dunning-Kruger, donde una persona sobreestima su conocimiento o moralidad mientras subestima la capacidad de juicio de los demás. Es común en figuras que se posicionan como árbitros de la moral pública.
La Reacción Indignada: Narcisismo y Arrogancia
Cuando Zapete es cuestionado o acusado, su reacción indignada y su tono prepotente sugieren la presencia de rasgos narcisistas. En psicología, el narcisismo defensivo ocurre cuando una persona que se ha erigido en una posición de autoridad moral se siente atacada y responde con agresividad o desprecio hacia quienes lo critican.
La arrogancia con la que reacciona cuando es señalado puede ser un reflejo de lo que se conoce como disonancia cognitiva. Este concepto describe el malestar psicológico que ocurre cuando una persona enfrenta información que contradice su autoimagen. En lugar de aceptar la crítica y reflexionar sobre sus propias fallas, adopta una postura defensiva y minimiza la validez de sus detractores.
El Dogma de la Infalibilidad y la Divinidad Celestial
El lenguaje utilizado en la crítica a Marino Zapete («dogma de divinidad celestial») sugiere que proyecta una imagen de infalibilidad, es decir, que se considera incuestionable. Esto puede relacionarse con el síndrome del héroe moral, en el cual una persona se convence de que está en una lucha absoluta entre el bien y el mal, donde él representa la verdad y los demás, la corrupción o la mentira.
Este fenómeno es común en comunicadores y activistas que adoptan un rol de fiscalización extrema. Sin embargo, cuando son sometidos al mismo escrutinio que aplican a los demás, experimentan una crisis de identidad que los lleva a reaccionar con enojo y desprecio.
Marino Zapete presenta una dualidad psicológica entre el fiscalizador y el intocable. Su comportamiento puede explicarse a través de mecanismos como el sesgo de superioridad moral, el narcisismo defensivo y la disonancia cognitiva. Esta dicotomía es común en figuras públicas con discursos moralizantes, ya que construyen una identidad basada en la denuncia, pero muestran intolerancia ante la crítica propia.
Su caso es un recordatorio de que la verdadera ética no solo implica señalar el mal en otros, sino también estar dispuesto a aceptar cuestionamientos con humildad y autocrítica.
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