La renuncia de Milagros Germán debe marcar un punto de quiebre para los actuales funcionarios del gobierno del presidente Luis Abinader. Las reacciones en torno al rechazo que genera esta comunicadora, hoy política, son comparables con los niveles de rechazo de figuras como Leonel Fernández, Danilo Medina, Miguel Vargas, entre otros. Sin embargo, si observamos las redes sociales, las opiniones sobre Germán son casi unánimemente negativas, alcanzando un porcentaje cercano al 100%. Esto resulta aún más significativo considerando que ella no estaba a cargo de un ministerio con un gran presupuesto.
A pesar de esta situación, Milagros Germán no es la funcionaria pública con mayor nivel de rechazo. Existen otros funcionarios que superan su impopularidad, como Robertico Salcedo, Tony Peña Guaba, Gloria Reyes, Milton Morrison y Mario Lama. Es previsible que el día en que estas personas dejen sus cargos en el Estado, sus salidas serán motivo de celebración nacional.
Hoy, Milagros Germán «renunció» a su cargo, pero parece más plausible que esto haya sido parte de un acuerdo entre ella y el presidente Abinader, quien le habría solicitado la dimisión, otorgándole la oportunidad de renunciar por voluntad propia.
El gobierno de Abinader requiere con urgencia un cambio de funcionarios. Sin embargo, la información que circula indica que cualquier eventual modificación en el gabinete será meramente estética, ya que, en esencia, se mantendrán los mismos actores. Este escenario deja una gran incertidumbre sobre si el presidente realmente tomará las decisiones drásticas que muchos esperan para mejorar la percepción de su administración y generar un impacto positivo en la opinión pública.
En Hackeando el Sistema, consideramos que la renuncia de Milagros Germán al Ministerio de Cultura no fue un acto voluntario, sino el resultado de una solicitud por parte del presidente Luis Abinader, quien le habría ofrecido la oportunidad de dimitir para preservar lo poco que queda de su imagen pública.
Aunque Germán carece de las credenciales académicas necesarias para un cargo de tal envergadura, dudamos que posea la autoconciencia suficiente para reconocer sus limitaciones.
Esto nos lleva a concluir que no estaba dispuesta a abandonar las ventajas económicas y el poder inherente al puesto. Su caso refleja una práctica más amplia dentro del gobierno actual, en la que otros funcionarios, igualmente cuestionados, están siendo «invitados» a renunciar antes de que Abinader se vea forzado a destituirlos. Este patrón resalta uno de los puntos débiles de la administración: priorizar la gestión mediática y tomar decisiones políticamente correctas solo cuando las circunstancias no dejan otra opción, lo que ha debilitado su credibilidad y efectividad ante el público.
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