En República Dominicana se ha vuelto costumbre escuchar a gente pidiendo un “Bukele”, idealizando el modelo salvadoreño como si fuera la receta mágica para resolver todos los problemas del país. Pero la verdad es otra: la realidad de El Salvador y la de República Dominicana son completamente distintas.
El Salvador se encontraba sumido en el dominio absoluto de las pandillas, con territorios controlados y un Estado sin autoridad. La llamada “mano dura” de Nayib Bukele surgió en ese contexto, donde lo urgente era recuperar las calles. En RD esa no es la realidad. Aquí el crimen es preocupante, sí, pero el verdadero enemigo no son pandillas callejeras, sino una oligarquía voraz que controla las instituciones, compra legisladores, manipula medios y dicta la agenda del gobierno.
Por eso, pedir un “Bukele dominicano” es un error. Lo que República Dominicana necesita es un líder del corte de Gustavo Petro, un presidente con la valentía de enfrentar a las élites económicas, que no tiemble frente a las presiones internacionales y que se atreva a redistribuir la riqueza en favor de la mayoría.
El ejemplo colombiano
Miremos hacia Colombia: Gustavo Petro, a pesar del acoso constante de las élites y de los medios tradicionales, ha tomado medidas que marcan un antes y un después:
- Reforma Tributaria (2022): logró que los ricos, las mineras y petroleras, junto con las empresas que concentran el capital, paguen más impuestos para financiar programas sociales. Mientras tanto, en RD, cada vez que se habla de una reforma fiscal, la carga cae sobre la clase media y los pobres, mientras los grupos empresariales salen intactos.
- Reforma Pensional (2024): más de 2 millones de adultos mayores pobres reciben hoy una renta básica mensual. Aquí, los ancianos terminan mendigando pensiones miserables, después de haber trabajado toda su vida.
- Reducción de la Pobreza: 1.6 millones de colombianos salieron de la pobreza gracias a políticas sociales y entrega de tierras. En RD, en cambio, se maquilla la realidad con estadísticas infladas, pero la gente sigue en los barrios luchando con apagones, falta de empleo digno y la canasta familiar inalcanzable.
- Reforma Agraria: Petro entregó 184,000 hectáreas fértiles a campesinos y formalizó más de un millón de hectáreas en títulos de propiedad. Aquí, los campesinos son invisibles, abandonados y sin apoyo técnico ni acceso a créditos. El campo dominicano está quebrado mientras importamos hasta el ajo y la cebolla.
- Matrícula Cero en universidades públicas: educación superior gratuita para estudiantes pobres. En RD, los jóvenes que no pueden pagar la UASD terminan atrapados en empleos precarios o migrando, porque la educación sigue siendo un privilegio.
- Paz Total: con todas sus dificultades, Petro al menos apostó por abrir caminos de diálogo para reducir la violencia. En RD, el Estado pacta de manera silenciosa con sectores del bajo mundo, mientras la población vive a merced de la delincuencia cotidiana.
- Impulso al agro: crecimiento del 7.1% en el sector agropecuario gracias al respaldo estatal. Aquí, los agricultores deben rogar para que les compren la cosecha, porque el gobierno prefiere firmar contratos de importación que benefician a grupos cercanos al poder.
- Medioambiente: reducción del 29% en la deforestación y compromisos serios hacia energías limpias. En República Dominicana, los ríos se secan, los bosques desaparecen y las autoridades miran hacia otro lado, protegiendo a empresarios que arrasan con el territorio.
- Salud pública: reducción de la desnutrición infantil y de la mortalidad materna. Aquí, las parturientas mueren en hospitales sin insumos y los niños siguen desnutridos en comunidades olvidadas.
- Diplomacia regional: Colombia asumió la presidencia de la CELAC y se posicionó como líder regional. RD, en cambio, actúa como un satélite obediente de los intereses de Estados Unidos, incluso sacrificando relaciones históricas con países amigos.
A Gustavo Petro lo han intentado destruir con todo tipo de ataques mediáticos: desde acusaciones de consumo de drogas, hasta escándalos de supuesta infidelidad con personas transgénero. Sin embargo, nunca han aparecido pruebas concretas que respalden esas denuncias. Pueden ser ciertas o no, pero lo que sí es innegable es que estas campañas surgen cada vez que sectores de poder económico y político se ven afectados por medidas que buscan beneficiar al bien común y no solo a las élites.
Mientras la prensa amplifica rumores, los datos verificables muestran otra realidad: Petro aprobó una reforma tributaria que obligó a los más ricos y a las grandes empresas a pagar más impuestos, entregó 184,000 hectáreas de tierras a campesinos, redujo en un 29% la deforestación y logró que 1.6 millones de colombianos salieran de la pobreza. Y ahí está la clave: las élites no le temen a los rumores, le temen a los resultados que golpean sus privilegios.
El miedo de los políticos dominicanos
Mientras tanto, en República Dominicana, los políticos —del oficialismo y de la oposición— le tienen miedo a los ricos, a las presiones internacionales y a los sectores del bajo mundo. Prefieren gobernar de rodillas, cuidando los privilegios de las élites, antes que hacer reformas reales que beneficien al pueblo.
Aquí nadie se atreve a tocar los intereses de los grandes grupos empresariales, ni a plantear una reforma tributaria donde los que más tienen paguen más. Nadie propone una reforma agraria seria. Nadie enfrenta de frente la desigualdad que carcome la sociedad.
Por eso la consigna no debe ser “queremos un Bukele”, sino “queremos un Petro dominicano”: un líder con visión de justicia social, dispuesto a confrontar al poder económico y a redistribuir la riqueza para que el país deje de ser el paraíso de unos pocos y el infierno de la mayoría.
Porque si seguimos gobernados por cobardes, el pueblo dominicano seguirá pagando caro la sumisión de sus líderes.
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