Por años, el presidente Luis Abinader ha mostrado una postura complaciente frente a Estados Unidos, delegando decisiones soberanas y políticas estratégicas a favor de intereses extranjeros. Sin embargo, lo ocurrido recientemente evidencia que esa genuflexión no garantiza respeto ni consideración; más bien, deja al gobierno dominicano en una posición de vulnerabilidad y humillación pública.
El detonante de esta situación fue la publicación del “2025 Investment Climate Statement: Dominican Republic” por parte del Departamento de Estado de EE. UU., un informe que no solo examina la inversión extranjera, sino que expone con claridad las debilidades del gobierno dominicano. Según el documento, persisten corrupción generalizada, falta de competencia técnica en los ministerios, licitaciones públicas manipuladas y obstáculos burocráticos significativos.
Incluso se señala que las decisiones administrativas y judiciales son inconsistentes, opacas y lentas. Este informe no es un análisis menor: es una señal directa de cómo Estados Unidos percibe la gestión de Abinader.
Pero la humillación no termina ahí. En el momento en que la República Dominicana enfrenta la crisis migratoria y laboral en la frontera con Haití, Trump elimina un programa de manufactura que beneficiaba a más de 18,000 trabajadores haitianos, imponiendo aranceles de hasta 30 % en productos hacia EE. UU. Esto no solo afecta a Haití, sino que genera una presión inmediata sobre la República Dominicana, con potencial de migración masiva y aumento de tensiones en la frontera.
La paradoja es evidente: mientras Abinader ha cedido decisiones estratégicas y soberanas a Washington, lo que recibe a cambio es desprecio y boicot económico, mostrando que convertirse en un simple lacayo no garantiza respeto internacional ni ventajas para el país. Esta situación revela una gestión errática y débil en la diplomacia dominicana, incapaz de prever o mitigar los embates de potencias extranjeras.
La lección es clara: la complacencia no se traduce en respeto, y entregar soberanía a cambio de aparente protección solo deja al país expuesto. Mientras Abinader persista en este enfoque, la República Dominicana seguirá siendo humillada públicamente, con consecuencias económicas y sociales inmediatas, especialmente en sectores sensibles como la frontera y la migración.
Trump demuestra que no respeta a un gobierno que se somete; y Abinader, al convertirse en un simple lacayo, queda públicamente expuesto, mostrando que la complacencia y la diplomacia de gestos no sustituyen la estrategia ni el respeto internacional.
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