Por décadas, los medios de comunicación tradicionales en República Dominicana han disfrutado de una posición privilegiada: han sido los guardianes de la información, los dueños de la narrativa, los árbitros de la verdad. Amparados por el acceso exclusivo a fuentes oficiales y la venia de los poderes políticos y empresariales, los periodistas tradicionales han dictado qué es noticia y qué no, qué debe preocupar a la sociedad y qué debe ignorar. Pero, de repente, el monopolio se les rompió.
Las redes sociales irrumpieron como un huracán imparable, y con ellas, un nuevo ecosistema informativo en el que cualquier ciudadano con un celular y acceso a internet puede reportar, opinar y, en muchos casos, influir más que los grandes medios. ¿El resultado? Una pataleta monumental de los periodistas tradicionales, que ahora no solo ven amenazada su influencia, sino también sus ingresos.
El problema no es la desinformación, es la pérdida de poder
Los periodistas dominicanos de la vieja escuela han encontrado en el discurso de la “lucha contra la desinformación” su bandera de guerra contra las redes sociales. Dicen estar preocupados porque ahora cualquiera puede “inventar noticias” y difundirlas sin control. Sin embargo, el problema real no es la desinformación (que ha existido siempre, incluso en los medios tradicionales), sino que ahora no son ellos quienes deciden qué información circula y cuál se censura.
Los ciudadanos ya no dependen de un noticiero para enterarse de la realidad política o social; pueden acceder directamente a fuentes diversas, contrastar opiniones y denunciar irregularidades sin esperar a que un editor les dé luz verde. Y eso, para los periodistas tradicionales, es un desastre.
El Estado de la República Dominicana como salvavidas: subsidios, publicidad y favores políticos
Muchos de estos periodistas han vivido, directa o indirectamente, del Estado. A través de publicidad gubernamental, contratos con instituciones públicas o simples favores políticos, han garantizado su estabilidad económica durante décadas. Pero las redes sociales han cambiado la dinámica del mercado: los anunciantes ahora prefieren invertir en creadores de contenido con más alcance y engagement que en periódicos con circulación en caída libre o en noticieros que pocos ven.
¿La solución de los periodistas tradicionales? No reinventarse, no mejorar su contenido, no recuperar la confianza del público. No. Su respuesta ha sido atacar a las redes sociales, demonizar a los creadores independientes y, en muchos casos, pedir más intervención del Estado. Así, disfrazan su desesperación de lucha por la “ética periodística” y la “democracia”, cuando en realidad lo que buscan es que el gobierno les garantice su cheque a costa de los impuestos de los ciudadanos.
La arrogancia del “periodista serio” vs. la realidad del nuevo periodismo
Uno de los argumentos favoritos de estos periodistas es que ellos son los “profesionales”, los “serios”, los “éticos”, mientras que los creadores de contenido en redes sociales son “aficionados”, “charlatanes” o “mercenarios de la información”. Pero si realmente fueran tan superiores, si de verdad su periodismo fuera tan indispensable, ¿por qué están perdiendo audiencia? ¿Por qué la gente prefiere informarse a través de un youtuber o un tuitero antes que encender la televisión o comprar un periódico?
La respuesta es sencilla: porque el periodismo tradicional en República Dominicana se volvió predecible, sesgado y, en muchos casos, servil a intereses políticos y económicos. Mientras tanto, en las redes sociales, aunque haya ruido y desinformación, también hay diversidad, espontaneidad y una conexión real con el público.
El futuro: adaptarse o morir
Los periodistas tradicionales tienen dos caminos: aceptar la nueva realidad de la comunicación en la República Dominicana y reinventarse o seguir llorando mientras ven cómo su influencia se desvanece. Las redes sociales no van a desaparecer, la gente no va a dejar de informarse en línea, y ningún decreto del gobierno les va a devolver el monopolio de la información.
Si realmente quieren recuperar credibilidad, deben hacer mejor periodismo, ser más transparentes y competir con contenido de calidad, en lugar de suplicar por subsidios o intentar desacreditar a quienes les han ganado la partida en la era digital.
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