El populismo, definido como un enfoque político que apela a los intereses y emociones de las masas, suele ser carente de sustancia en términos de gestión efectiva. Este defecto se magnifica cuando los gobiernos trasladan las estrategias populistas utilizadas en las campañas electorales a su administración diaria. La brecha entre lo prometido y lo realizable se convierte en un problema sistémico, generando frustración ciudadana y una gestión que pierde dirección.
Promesas vacías y confusión administrativa
En campaña, los discursos populistas tienden a prometer soluciones rápidas y universales para problemas complejos. Sin embargo, al asumir el poder, muchos líderes descubren que carecen de un plan concreto para implementar dichas soluciones. Este desbalance genera improvisación, cambios constantes de postura y decisiones incoherentes.
Según el politólogo Jan-Werner Müller, el populismo tiende a reducir los problemas a una narrativa simplista, donde la complejidad administrativa es ignorada en favor de un mensaje político atractivo pero vacío.
Un ejemplo clásico se puede encontrar en países donde las campañas prometieron reducciones masivas de impuestos sin calcular el impacto en los presupuestos estatales. Al llegar al poder, los gobiernos enfrentan desequilibrios fiscales que los obligan a retroceder en sus promesas, perdiendo credibilidad y apoyo popular.
La construcción de una realidad paralela
El gasto en estrategias de comunicación para vender el populismo como una “realidad” también es preocupante. Gobiernos invierten millones del erario público en encuestas, campañas publicitarias y redes sociales para maquillar resultados y moldear la percepción pública.
En este proceso, los líderes muchas veces terminan creyendo sus propias narrativas, desconectándose de las realidades que enfrentan sus ciudadanos.
La politóloga Cas Mudde señala que este fenómeno no solo es peligroso por su falta de autenticidad, sino también porque erosiona la confianza en las instituciones democráticas. Cuando los ciudadanos perciben que las estadísticas oficiales y las encuestas están manipuladas, se fomenta el cinismo y el desencanto político.
La necesidad de profesionalismo y control reflexivo
Los gobiernos liderados por políticos profesionales y preparados tienden a reconocer estas dinámicas y actuar en consecuencia. Una herramienta clave en este contexto es el concepto de “control reflexivo”, desarrollado en la antigua Unión Soviética como un método para anticipar y modelar el comportamiento de actores externos. En la actualidad, esta estrategia podría adaptarse para ayudar a los gobiernos a monitorear su propio impacto político y social de manera objetiva.
El control reflexivo implica:
- Estudios de mercado y percepción real: Investigar cómo las políticas afectan a diferentes sectores de la población.
- Evaluación constante: Analizar el impacto de las ejecuciones gubernamentales y corregir desviaciones antes de que se conviertan en crisis.
- Transparencia y comunicación honesta: En lugar de maquillar cifras, informar con claridad sobre los retos y avances reales.
Ejemplos de fallos y aciertos en la gestión populista
El gobierno de Venezuela bajo Hugo Chávez y Nicolás Maduro ofrece un ejemplo paradigmático de los riesgos del populismo llevado al extremo. La implementación de políticas económicas insostenibles, junto con una narrativa triunfalista respaldada por encuestas y medios estatales, llevó al colapso de una economía que alguna vez fue próspera.
Por otro lado, países como Nueva Zelanda, bajo el liderazgo de Jacinda Ardern, han demostrado cómo una comunicación honesta y basada en datos puede fortalecer la confianza ciudadana, incluso en medio de crisis como la pandemia de COVID-19. Ardern combinó el carisma populista con un enfoque pragmático, logrando altos niveles de aceptación tanto nacional como internacional.
Otro ejemplo es la rueda de prensa «LA Semanal» del presidente dominicano Luis Abinader, en la cual las preguntas son controladas y algunas son formuladas por encargo. Todo esto con el objetivo de establecer una narrativa según los intereses del gobierno. Esta rueda de prensa se realiza los lunes para fijar la agenda semanal de la opinión pública, pero en realidad, el presidente no responde las verdaderas preguntas que la gente tiene interés en conocer.
El populismo en la gestión de gobierno es una receta para el estancamiento cuando carece de sustancia y profesionalismo. Incorporar herramientas como el control reflexivo, apostar por el profesionalismo y priorizar la transparencia son pasos fundamentales para superar los desafíos inherentes a este enfoque. Los líderes deben recordar que la popularidad momentánea no reemplaza una administración efectiva y sostenible.
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