El presidente del Consejo Unificado de Empresas de Electricidad (CUED), Celso Marranzini, continúa señalando la falta de pago como la causa principal de la crisis energética que afecta al país. Según él, existe una considerable evasión en el pago del servicio por parte de sectores de todas las clases sociales, y ha mencionado medidas como cortar el suministro de electricidad durante horas a aquellos que no cumplen con sus obligaciones.
Sin embargo, los dominicanos ya conocemos bien los problemas estructurales del sector eléctrico, que van más allá de los fraudes y la falta de pago. La preocupación no solo se limita a los cobros y la distribución, sino a una serie de factores históricos que han llevado a que el sistema sea un verdadero dolor de cabeza para la población.
Celso Marranzini, al ser colocado en el puesto de presidente del CUED, parecía tener la responsabilidad de proponer soluciones concretas, pero en lugar de eso, se limita a reiterar una y otra vez lo mismo: el problema es el impago y los fraudes.
Claro, son problemas que existen y deben ser resueltos, pero la solución nunca llega con solo hablar de ellos. Después de tantos años, los dominicanos estamos acostumbrados a escuchar las mismas excusas, a ver las mismas promesas y, sobre todo, a no ver avances significativos.
Lo que muchos se preguntan es: ¿por qué Marranzini no toma acciones más contundentes para solucionar el problema si tiene el poder de hacerlo? La respuesta podría estar en su propia posición en el sector. Como empresario del área eléctrica, Marranzini, al igual que muchos de sus colegas, genera ganancias a costa de un sistema que perpetúa la crisis. Los intereses económicos del sector privado en la energía no solo afectan la calidad del servicio, sino que también podrían estar influyendo en las decisiones que se toman para abordar este asunto.
Celso Marranzini también ha propuesto el aumento de tarifas para mejorar la infraestructura y financiar la compra de equipos.
Sin embargo, muchos se preguntan si realmente es necesario que el pueblo asuma aún más cargas económicas, cuando lo que se necesita es una reestructuración profunda del sistema. Las promesas de inversión en redes y equipos son vacías sin un plan concreto que garantice su eficacia.
En lugar de tomar decisiones políticas que impliquen el fortalecimiento del sistema y la solución real de la crisis, lo que vemos es que Marranzini, junto a otros actores del sector, continúan sacando provecho de una situación que perjudica a toda la nación. ¿Acaso el modelo actual, que parece beneficiar a unos pocos, es el verdadero problema detrás de la crisis eléctrica en la República Dominicana?
Es necesario que los dominicanos exijan soluciones reales y que aquellos que tienen el poder de actuar, dejen de hablar de problemas que ya todos conocemos, y empiecen a tomar decisiones que verdaderamente solucionen las deficiencias estructurales de un sistema eléctrico que, hasta ahora, sigue siendo un obstáculo para el desarrollo del país.
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