En una época en la que el país enfrenta retos significativos y urgentes, el periodismo se erige como una de las herramientas más poderosas para fiscalizar al poder y mantener informada a la ciudadanía. Sin embargo, cuando espacios clave como “La Semanal” se convierten en escenarios de preguntas banales y alejadas de los verdaderos problemas nacionales, se pone en entredicho no solo la utilidad de estas ruedas de prensa, sino también la seriedad y el compromiso de quienes ejercen esta noble profesión. El caso de Luis Mejía es un claro ejemplo de cómo ciertos periodistas están contribuyendo a la degradación del oficio, priorizando lo trivial sobre lo trascendental.
Pero lo más preocupante no es solo que este homo sapiens del periodismo haya desperdiciado su oportunidad con una pregunta insustancial; lo peor es el eco que los medios de comunicación tradicionales le dan a este flaco servicio al periodismo. Los mismos medios que, en lugar de cumplir con su deber de informar con rigor y cuestionar el poder, aplauden las leyes de censura contra las redes sociales, porque han perdido la influencia, la credibilidad y el alcance que alguna vez tuvieron.
Ahora, cualquier comentarista serio de la nueva generación, con análisis objetivos y sin ataduras a partidos o políticos, tiene más impacto y resonancia entre la población que todos esos medios juntos. Esto no es solo una crisis de relevancia; es una declaración de su incapacidad para adaptarse a un público que exige respuestas y cuestiona la gestión política de este país desde una posición crítica y desinteresada.
La República Dominicana atraviesa innumerables problemas que afectan a todos los niveles de la sociedad: la inseguridad ciudadana, la inflación, los apagones, el desempleo y la corrupción son solo algunos de los temas que deberían ocupar el centro del debate público. Sin embargo, resulta indignante que, en una rueda de prensa organizada para abordar temas de interés nacional, un periodista “serio” decida preguntar al presidente de la República sobre la situación de un equipo de béisbol.
Ese lamentable episodio protagonizado por Luisín Mejía durante “La Semanal” no solo demuestra una desconexión con la realidad del país, sino que también pone en evidencia cómo ciertos periodistas eligen trivializar el ejercicio de su profesión en lugar de cumplir con su responsabilidad de cuestionar, denunciar y buscar respuestas para los problemas que aquejan al pueblo dominicano.
“La Semanal” nació como una herramienta para la comunicación directa entre el gobierno y la ciudadanía, pero se ha convertido en un espectáculo vacío, donde los supuestos periodistas parecen más interesados en legitimar la narrativa oficial que en cuestionarla. En lugar de abordar temas cruciales para el país, algunos participantes prefieren hacer “papelazos” como este, desviando la atención de lo verdaderamente importante y fortaleciendo la percepción de que esta actividad no es más que una puesta en escena.
El rol de un periodista en una rueda de prensa de esta magnitud como la “La Semanal” no es el de un espectador complaciente, sino el de un interlocutor crítico.
Preguntas como “¿qué opina sobre las Águilas Cibaeñas?” son una bofetada a una ciudadanía que espera claridad, compromiso y respuestas sobre los temas que afectan su día a día. Si los periodistas no están dispuestos a hacer su trabajo con seriedad, ¿quién lo hará?
Al ver esta clase de comportamientos, no puedo evitar sentir vergüenza de compartir la misma carrera con personas que parecen haber olvidado el propósito de esta profesión. No se trata de estar en contra de hablar de deportes, sino de entender el momento y el contexto en el que nos encontramos.
PD: ¿A quién carajo le importan las Águilas Cibaeñas?
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