En las últimas semanas, los movimientos del presidente Luis Abinader parecen estar más ligados a la precampaña del 2028 que a la gestión de su último mandato. Llama poderosamente la atención la coordinación entre sus acciones y las respuestas inmediatas del ministro de Turismo, David Collado, uno de los aspirantes presidenciales más mediáticos del oficialismo. La pregunta que muchos analistas empiezan a hacerse es: ¿está Abinader despejando el terreno para Collado?
Primero, el presidente protagoniza un show mediático en la Ciudad Colonial, donde llama públicamente a Collado y le pide a los contratistas acelerar las obras. Esta estrategia de exposición ya ha sido utilizada recurrentemente por el propio ministro, quien ha hecho del marketing político una herramienta tan poderosa como costosa. Luego, el mandatario publica un mensaje enérgico en su cuenta de X, advirtiendo a los funcionarios que deben elegir entre sus cargos y el proselitismo. Ocho minutos después, Collado reacciona —también en X— con un respaldo inmediato y absoluto a la posición del presidente Abinader.
Aunque a simple vista esto podría interpretarse como una muestra de institucionalidad y respeto a la ética gubernamental, lo cierto es que hay un trasfondo político más complejo. Collado, pese a su posicionamiento en las encuestas y su imagen favorable, ha tenido serias dificultades para construir estructura dentro del Partido Revolucionario Moderno (PRM). Su distancia con las bases y la militancia histórica del partido ha sido evidente. Su estrategia ha sido más de exposición que de organización, y el método de primarias cerradas del PRM lo obliga a tener una maquinaria interna robusta, algo de lo que carece.
Por eso, la advertencia de Abinader llega en un momento clave: justo cuando otros precandidatos del PRM comienzan a moverse territorialmente. La medida, aunque se justifique como un acto de disciplina institucional, también frena el avance de aspirantes con mayor capacidad de movilización interna, como Wellington Arnaud, quien ha tejido una de las estructuras más activas dentro del partido.
También Wellington Arnaud, en su cuenta de X expresó: “Apoyo plenamente el mensaje del presidente @luisabinader. El 80% de que sigamos liderando depende del nivel de eficiencia y organización con que gestionemos hoy. Hacer las cosas bien no es una opción, es el compromiso”. Con estas palabras, Arnaud reafirma su enfoque en la gestión responsable y ordenada, alineándose con el llamado presidencial. Su posición muestra que, más allá de las aspiraciones individuales, algunos precandidatos están apostando a la estabilidad interna del partido como base para cualquier proyecto futuro.
A esto se suman nombres como Eduardo “Yayo” Sanz Lovatón, actual director de Aduanas y considerado por muchos como el “Plan B” de Abinader; Víctor D’Aza, con escasas posibilidades; Tony Peña Guaba, quien no logra despegar; Raquel Peña, vicepresidenta con poco empuje propio y el plan A de Abinader; y Carolina Mejía, una figura con posibilidad real, aunque más por la deuda política que muchos conservadores del PRM mantienen con su padre que por una fuerza personal o estructura activa.
En este escenario, Collado juega a no ensuciarse. Apuesta a mantenerse como el candidato “externo desde dentro”, más asociado al éxito del turismo que al desgaste político. Necesita tiempo, necesita que los otros no avancen, y necesita que Abinader no se mantenga neutral.
La gran interrogante que hoy deben hacerse los demás aspirantes presidenciales del PRM no es si David Collado tiene o no apoyo mediático, sino si están dispuestos a dejarse imponer un candidato desde las élites económicas que ven a los políticos como piezas descartables, reemplazables al ritmo del dinero y el marketing. ¿Se dejarán tratar mañana por Collado como hoy los trata Abinader, con distancia, frialdad y sin voz en las decisiones clave? Porque lo que está en juego no es solo una candidatura, es el principio de si el PRM seguirá siendo un partido político con base y liderazgo colectivo, o si se convertirá en una pasarela de figuras sin compromiso con mejorar la vida de los dominicanos, moldeadas a conveniencia por quienes controlan el capital, pero no conocen el país real.
Por tanto, las acciones del presidente Abinader —leídas en contexto— no sólo refuerzan su autoridad, sino que moldean el terreno a favor de un perfil específico. Collado, al respaldar con tanto entusiasmo estas medidas, parece estar más cómodo sin competencia interna activa. Y mientras los demás precandidatos se ven obligados a pisar el freno, Collado gana tiempo para construir —o al menos simular— una estructura que hasta ahora ha evitado forjar.
La carrera por el 2028 en el PRM ya comenzó. Pero, si sigue el patrón de los últimos días, no será una competencia en igualdad de condiciones. Será una carrera donde algunos corren y otros deben quedarse quietos, viendo cómo se allana el camino para uno solo.
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