El presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, se encuentra nuevamente en una posición que expone su falta de destreza política. En su acostumbrado encuentro con la prensa, LA Semanal, el mandatario sintió la necesidad de aclarar que se mantendrá al margen de la contienda interna del Partido Revolucionario Moderno (PRM) de cara a las elecciones de 2028. Sin embargo, el simple hecho de que deba hacer tal aclaración ya lo deja mal parado.
La política no es solo acción, sino también percepción. Cuando un presidente tiene que explicar que no está interviniendo en una contienda interna, implícitamente da señales de que su postura es cuestionable. Más aún cuando en el pasado se ha visto que Luis Abinader tiene una relación complicada con sus propias palabras: dice, desdice, se contradice y luego se ofende cuando es cuestionado.
El caso de la vicepresidenta Raquel Peña, quien finalmente confirmó su interés en aspirar a la Presidencia. Su declaración dejó al desnudo lo que ya era un secreto a voces. Ante esto, Abinader insistió en que no se involucrará en el proceso, pero, ¿por qué siente la necesidad de aclararlo si realmente no tiene intenciones de hacerlo? Esto solo alimenta la percepción de que el PRM es un partido sin liderazgos definidos y que el actual presidente, lejos de manejar con elegancia la transición, refuerza la incertidumbre dentro de su organización política.
Es evidente que, aunque Luis Abinader ha gozado de un ambiente mediático favorable donde rara vez se le contradice, incluso aquellos que lo rodean pueden no estar de acuerdo con él. Sin embargo, al no estar acostumbrado a la crítica, cuando se le cuestiona sobre sus constantes cambios de postura, reacciona a la defensiva. Esta actitud lo hace ver como un líder poco seguro y con dificultades para manejar el debate político de forma madura.
Desde que asumió el poder, Luis Abinader ha navegado en un mar de contradicciones. Prometió no tocar la Constitución, luego insinuó reformas. Dijo que no buscaría la reelección, después cambió de opinión. Se ha mostrado a favor y en contra de ciertas decisiones de su gobierno en cuestión de días.
Este patrón lo ha convertido en un presidente impredecible, lo que no es precisamente una virtud en política.
Si algo queda claro con este episodio es que Abinader no es un estratega político. Su falta de claridad y coherencia lo coloca constantemente en una posición débil, y este nuevo intento de justificarse no es la excepción. En lugar de mostrarse como un líder firme y confiable, termina evidenciando su propia torpeza política.
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