En una reciente entrevista en el programa «Hoy Mismo», transmitido por Color Visión, canal 9, Roberto Santana, director de la Oficina Nacional de Apoyo a la Reforma Penitenciaria (Onapre), realizó declaraciones contundentes que, sin lugar a dudas, marcaron un antes y un después en la percepción de la trayectoria y la gestión de la procuradora Miriam Germán Brito. Santana no solo desnudó las profundas debilidades y corrupciones enquistadas en la Procuraduría General de la República (PGR), sino que también puso en entredicho la moral y la ética de una figura que durante años ha sido vista como un bastión de la justicia en la República Dominicana.
Roberto Santana aseguró que las supuestas amenazas realizadas por Joel Ambioris Pimentel García, conocido como “La J”, contra Germán Brito fueron una invención de personal malintencionado dentro de la Procuraduría.
Estas personas habrían fabricado estas acusaciones con el objetivo de presionar a la procuradora para que removiera a ciertos empleados. “Todo eso era falso, todo eso era inventado ahí dentro para que Miriam removiera gente”, declaró Santana, destacando que Germán se negó rotundamente a tomar esa acción.
Estas palabras dejaron entrever que Germán no solo estaba rodeada de lo que Santana describió como “mafias ancestrales”, sino que también permitió que estas continuaran operando bajo su gestión. Según Santana, estas mafias, que datan de 2016, han trabajado en la sombra para garantizar beneficios personales y económicos, mientras debilitaban progresivamente la reforma penitenciaria. Esta afirmación golpea directamente la percepción de integridad y firmeza que se le atribuye a la procuradora.
Santana también señaló que, desde 2020 hasta 2024, el sistema penitenciario ha sufrido un deterioro significativo en términos de preparación del personal y retiro de incentivos. Este declive, según él, se ha debido a la falta de voluntad para enfrentar los intereses mafiosos que operan desde la propia Procuraduría. Además, afirmó que las mafias se adaptan a la agenda del procurador de turno, algo que ni Radhamés Jiménez ni Francisco Domínguez Brito habrían permitido.
Lo más alarmante de estas declaraciones es que, implícitamente, Santana dibuja a Germán Brito como una líder aislada, carente de control sobre su entorno y sin la determinación para confrontar las irregularidades. Al mismo tiempo, expone una realidad tan oscura y verificable que la propia procuradora parece no tener la energía ni el interés de defenderse.
Las denuncias de Roberto Santana se suman a la larga lista de cuestionamientos que Germán Brito ha enfrentado en los últimos meses, consolidando una imagen de desgaste y falta de acción que ya no puede ser ignorada.
Este episodio marca un punto de inflexión en la percepción pública de Miriam Germán Brito. Su silencio ante estas graves acusaciones solo refuerza la narrativa de que, bajo su administración, la PGR se convirtió en un terreno fértil para la corrupción y las mafias internas. Santana, con sus palabras, no solo enterró la trayectoria y la gestión de Germán Brito, sino que también puso fin al mito de una figura incorruptible y ejemplar en la justicia dominicana. Hoy, el país observa cómo una procuradora que alguna vez fue admirada se desvanece en medio de un mar de dudas y señalamientos.
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