El panorama político y económico de la República Dominicana está secuestrado. No es una frase ligera ni un arrebato emocional; es una radiografía evidente de cómo las élites empresariales han convertido al país en su finca privada. Estas familias poderosas, que durante décadas han controlado los sectores más estratégicos de la economía, han tejido una red impenetrable que mantiene a la nación atrapada en un ciclo de desigualdad, corrupción y subdesarrollo estructural.
La estructura del feudo dominicano
En la cúspide de este sistema están unas 15 familias que operan como un cártel oligárquico. Cada una domina un sector clave de la economía:
- La construcción: Desde el cemento hasta la varilla, todo pasa por las manos de un selecto grupo que fija precios y monopoliza contratos públicos.
- El combustible: La distribución y venta de hidrocarburos está concentrada en unos pocos apellidos que manejan el flujo energético del país.
- La salud: Los insumos médicos, los equipos y hasta los medicamentos que llegan a los hospitales públicos dependen de concesiones otorgadas a estas élites.
- El turismo: Los grandes complejos hoteleros, las concesiones en playas y los aeropuertos están bajo el dominio de quienes han hecho del Caribe su paraíso fiscal privado.
Estas familias no solo controlan la economía; tienen el poder de moldear las leyes y políticas públicas a su favor. Son dueñas de los políticos, los partidos y las campañas electorales, y utilizan esta influencia para perpetuar su dominio, blindando sus intereses.
Un gobierno al servicio de la élite
El gobierno actual de la República Dominicana, no solo es complaciente con estas élites; es su extensión directa. Por primera vez en la historia reciente, el poder económico y el poder político están perfectamente alineados, consolidando un modelo donde las decisiones gubernamentales priorizan los intereses de los más ricos sobre las necesidades del pueblo.
El presidente, un empresario multimillonario, representa el epítome de esta fusión. Con una fortuna estimada en más de 70 millones de dólares, su ascenso al poder no simboliza un cambio ni una esperanza para el ciudadano común, sino la consolidación de un régimen corporativo. A pesar de su retórica populista, su gobierno ha reforzado las mismas estructuras que perpetúan la desigualdad:
- Exenciones fiscales: Las grandes fortunas encuentran refugio en paraísos fiscales, mientras los trabajadores cargan con la presión tributaria.
- Contratos amañados: Los grandes proyectos de infraestructura benefician a las mismas empresas de siempre, en un círculo vicioso de enriquecimiento y retroalimentación política.
- Debilitamiento institucional: Las instituciones públicas están capturadas por un sistema corrupto que responde más a los intereses empresariales que a los del pueblo dominicano.
El precio de la sumisión
La República Dominicana, que debería estar destinada al desarrollo, está condenada al estancamiento. Aunque la isla cuenta con recursos naturales, un clima favorable y una población joven y trabajadora, su potencial está siendo sistemáticamente destruido. La falta de inversión en educación, salud y tecnología no es un accidente; es una estrategia deliberada para mantener a la población en una situación de dependencia.
Mientras tanto, cualquier intento de reforma profunda enfrenta una barrera insuperable: el miedo. Estas élites, que han demostrado su capacidad de eliminar amenazas, no dudarán en aplastar a cualquier figura o movimiento que busque desafiarlas.
¿Una salida posible?
La historia nos enseña que ninguna opresión es eterna, pero la liberación exige sacrificio, liderazgo y unidad. El modelo de cambio no puede basarse en los mismos actores que han traicionado al pueblo una y otra vez. Hace falta un líder o un movimiento que no esté comprometido con las élites, que no les deba favores y que esté dispuesto a enfrentarlas.
Ejemplos como el de Argentina, donde las grandes fortunas enfrentaron medidas drásticas para redistribuir la riqueza, o el de El Salvador, donde la seguridad se ha priorizado sobre los intereses de las mafias económicas, nos muestran que otro camino es posible. Sin embargo, para que eso ocurra, el pueblo dominicano debe despertar, identificar a sus verdaderos enemigos y estar dispuesto a luchar por un cambio real.
Un llamado al pueblo dominicano
No podemos seguir eligiendo entre lo mismo de siempre. No podemos permitir que las elecciones se reduzcan a escoger al menos malo. Es hora de organizarse, de exigir cuentas, de buscar alternativas reales y de desafiar el sistema.
Este país no pertenece a 15 familias, ni a una élite empresarial, ni a un grupo de políticos corruptos. República Dominicana pertenece a su gente, y es hora de recuperarla.
La historia está de nuestro lado. Lo único que falta es que despertemos.
No te olvides de crear tu perfil en HES Social para que puedas comentar cualquier noticia, subir tus denuncias y compartir tus opiniones con la comunidad.

Si te parece interesante este articulo, difúndelo con tus amigos.
Te dejamos nuestros más reciente análisis: ¿Es Wellington Arnaud el futuro líder del PRM? Análisis de su estructura y proyección política.