El endeudamiento desenfrenado que está experimentando la República Dominicana bajo la administración del presidente Luis Abinader es una bomba de tiempo económica y social que está configurando un futuro sombrío para las generaciones venideras. Durante los últimos años, el gobierno ha tomado préstamos masivos sin que estos se traduzcan en mejoras sustanciales en la calidad de vida de la población. Desde 2021 hasta 2025, el país habrá acumulado deudas por montos exorbitantes:
- 2021: USD $3,500 millones
- 2022: USD $4,000 millones
- 2023: USD $4,300 millones
- 2025: USD $6,552 millones (autorizados para endeudamiento)
Este patrón de endeudamiento muestra un incremento constante que no solo preocupa por el volumen de la deuda, sino también por la ausencia de resultados tangibles que justifiquen estos empréstitos. La realidad es contundente: los dominicanos no están viendo obras transformadoras, ni una mejora significativa en los servicios públicos, ni en la infraestructura que impacte positivamente sus vidas.
En cambio, lo que está emergiendo es un costo de vida cada vez más elevado, que se proyecta será insostenible para los sectores más vulnerables de la sociedad, un economista medianamente hábil sabría que la política económica del presidente Luis Abinader es equivocada e irresponsable.
La deuda: Un falso logro gubernamental
Es importante desmontar la narrativa oficial que presenta la obtención de préstamos como un éxito. Tomar deuda no es un logro. Los países no son fondos de inversión ni empresas con activos para liquidar; son estructuras destinadas a garantizar el bienestar de su población. Cuando un gobierno prioriza el endeudamiento sobre la creación de soluciones sostenibles, lo que realmente está haciendo es hipotecar el futuro de su país.
La República Dominicana no es un «Sol de Plata» que puede ser vendido al mejor postor una vez que sus activos hayan sido exprimidos. Este modelo de gestión económica es más característico de empresas quebradas que intentan maximizar beneficios inmediatos antes de desaparecer. Sin embargo, un país tiene un compromiso con sus ciudadanos que trasciende cualquier mandato presidencial.
Un futuro invivible para los pobres dominicanos
Si la tendencia actual se mantiene, el panorama para 2028, cuando Abinader haya dejado el poder, será desolador. El costo de la vida habrá alcanzado niveles estratosféricos, obligando a millones de dominicanos a vivir en condiciones de pobreza extrema. La inflación galopante, la depreciación del peso dominicano y el incremento de los impuestos para cubrir los intereses de la deuda crearán un círculo vicioso que será imposible de romper sin medidas drásticas.
Las familias de ingresos bajos y medios enfrentarán dificultades crecientes para acceder a bienes básicos como alimentos, vivienda, educación y salud. En paralelo, los sectores que se benefician del modelo de endeudamiento seguirán acumulando riqueza, ampliando la brecha de desigualdad y alimentando la desesperanza de la población.
¿Dónde están los resultados?
En una economía que ha visto este nivel de endeudamiento, cabría esperar:
- Infraestructura moderna: Escuelas, hospitales, carreteras y sistemas de transporte masivo.
- Fortalecimiento del sistema eléctrico: Capaz de garantizar electricidad constante y asequible.
- Inversiones en el campo: Para mejorar la producción agropecuaria y reducir la dependencia de importaciones.
Sin embargo, estas áreas permanecen estancadas. La gestión gubernamental de Luis Abinader ha optado por priorizar el maquillaje mediático sobre los resultados estructurales.
Cambios urgentes antes del colapso
Es imperativo que la sociedad dominicana reflexione sobre el camino que está tomando el país. Los ciudadanos deben exigir transparencia en la gestión de la deuda y un enfoque real en el desarrollo sostenible. El próximo gobierno, y los que le sigan, tendrán la difícil tarea de reconstruir una economía fracturada, mientras intentan aliviar la carga de una deuda que amenaza con asfixiar a la República Dominicana y hasta hora es el único legado tangible del presidente Luis Abinader.
El tiempo de las excusas ha terminado. Los países no prosperan por casualidad; lo hacen a través de una visión a largo plazo que priorice el bienestar de su gente sobre los intereses de una élite. La historia juzgará severamente a quienes hipotecaron el futuro de la nación por beneficios efímeros. Es momento de actuar antes de que sea demasiado tarde.
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