Enriquillo Luis Brito, director municipal de Bayahíbe, es ahora el nombre más sonado en el escándalo de narcotráfico más grande que ha sacudido a la República Dominicana. Vinculado al decomiso de 9.8 toneladas de cocaína mediante la Operación Pantera 7, este hombre encarna una triste realidad: los partidos políticos del país están dispuestos a aceptar a cualquiera que pueda comprar su entrada al poder, sin importar su capacidad, principios o compromiso con la sociedad.

Tránsfuga por excelencia: tres partidos y un solo objetivo
Enriquillo Luis Brito, cuyo historial político refleja un oportunismo descarado, inició su carrera en el Partido Revolucionario Moderno (PRM). En 2020 se trasladó al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), bajo cuyas siglas alcanzó la dirección municipal de Bayahíbe.
No satisfecho con ello, en mayo de 2024 se juramentó en Dominicanos por el Cambio (DxC), aliado del PRM, proclamando en redes sociales: “Junto a mi gran equipo de trabajo, pasamos a formar parte del Partido DxC”. Este hombre no cambió de partido por principios ni por convicciones; lo hizo porque los partidos, cegados por el dinero y el poder, le abrieron las puertas sin cuestionar su integridad.
Los partidos: mercaderes de candidaturas
La historia de Brito no es un caso aislado. Es un reflejo de la falta de formación y visión de las instituciones políticas dominicanas. Estos partidos se han convertido en plataformas de alquiler, dispuestos a entregar candidaturas al mejor postor, ignorando por completo la necesidad de liderazgos con principios. El resultado: figuras como Brito, cuyo compromiso no es con la comunidad, sino con sus propios intereses.
Los partidos políticos han dejado de ser incubadoras de liderazgos para convertirse en simples vehículos de acceso al poder. Su incapacidad para evaluar y filtrar a quienes los representan no solo afecta su imagen, sino que también pone en riesgo la credibilidad del sistema democrático.
Los hallazgos: una casa que grita corrupción
Cuando las autoridades allanaron la residencia de Enriquillo Luis Brito durante la Operación Pantera 7, el cuadro era tan grotesco como predecible: cajas fuertes llenas de dinero (US$334,804 y RD$343,000), armas de fuego sin documentación, pasaportes con visas estadounidenses, y contratos de compra-venta de propiedades. En cada rincón de su casa, los signos de enriquecimiento ilícito eran imposibles de ignorar. Y sin embargo, este hombre había sido validado por tres partidos diferentes.
La complicidad de los partidos
La pregunta inevitable es: ¿quiénes son los responsables de que personas como Brito lleguen al poder? La respuesta es clara: los partidos que, por codicia y falta de escrúpulos, entregan candidaturas a oportunistas en lugar de apostar por verdaderos políticos con visión de servicio. Esta práctica no solo socava la confianza en las instituciones democráticas, sino que también perpetúa el ciclo de corrupción y mediocridad.
Un llamado a la acción
Es momento de que la sociedad exija más de sus partidos políticos. No podemos seguir permitiendo que individuos sin ética ni preparación sean los encargados de dirigir nuestras comunidades. Los partidos deben establecer criterios estrictos para la selección de candidatos, priorizando la transparencia, la integridad y el compromiso con el bienestar colectivo. Solo así podremos romper con este ciclo de impunidad que tanto daño le ha hecho a la República Dominicana.
Enriquillo Brito es solo un síntoma de un sistema político enfermo. Pero su caída también representa una oportunidad: la de reflexionar sobre el tipo de líderes que queremos y necesitamos.
Si los partidos no toman conciencia de su responsabilidad, será la ciudadanía la que, con su voto y su voz, deba exigir un cambio real. La historia de Brito no debe repetirse; ya es hora de poner fin a la mediocridad y la corrupción en nuestra política.
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